El cuarto está en penumbras, en su centro arde el carbón sobre un anafre que despide olores a incienso, mirra y copal. Una señora en guaraches se mueve entre la sombras con un ramo de pirul en una mano y un huevo de gallina negra en la otra. Extrañamente le da un parecido a un líder obrero. Trae en la muñeca un exclusivo reloj Emperador Temple de Piaget fabricado a mano, edición limitada, solamente disponible bajo petición por un precio de 3.5 millones de dólares, está decorado con 1,2OO esmeraldas. Pasarían uno por uno según la antigüedad de su partido político. La primera en ser llamada no había llegado, -al fin mujer-. Se le dio paso al segundo, que con los pantalones arrugados, las mangas recogidas, sosteniendo aún el bastón de mando entregado por indígenas totonacas y con un abalorio colgando del cuello, concurrió a la ceremonia de tradición indígena cuyo propósito iba dirigido a alejarle al candidato las malas vibras, así como para atraerle fortuna y buena suerte.
Con los ojos cerrados pidió con gran fervor, entre sahumerios y veladoras, que terminasen las manifestaciones de repudio a su candidatura protagonizadas por jóvenes estudiantes que se hacen llamar "Yo Soy 132".
Luego llegaría la única mujer, de los cuatro, cuyo handicap reside, cierta o equivocadamente en la creencia de que las mexicanas en política han resultado más decentes que los hombres o dicho de otra manera más categórica, ninguna ha sido llevada a prisión como autora del saqueo de fondos públicos y en consecuencia no hay antecedentes al respecto.Aunque en un principio se habló de una gobernadora, Amalia García a la que se le atribuía un faltante en caja, hasta ahora no se le ha comprobado. No obstante fue vilipendiada de mediocre, inepta e intolerante. Y después que se dijeron ciertas cosas que no dieron lugar a que ni tan siquiera se iniciara una averiguación y dándose cuenta de que en la izquierda no tendría más oportunidades, Rosario Robles se declaró partidaria de un candidato perteneciente a un partido cuya ideología no encaja con la bandera que la llevó a ocupar un puesto relevante en el gobierno del Distrito Federal. Hasta donde se sabe igual que el caso de Amalia, no existe acusación pendiente durante su gestión.
Era el turno de Josefina Vázquez Mota. Se acercó al dintel asomándose al interior del cuarto percatándose del olor aromático que delataba la presencia del incienso. El mismo que se quema en las ceremonias religiosas. Estaba de gira por Tlaxcala. Se encontró un hombre de larga figura que pronunciaba frases incoherentes, en él era común que confundiera la gimnasia con la magnesia, lenguaje propio de los chamanes. Josefina entró a la habitación sin melindres. Estaba en la región tlaxcalteca, se le entregaría un bastón de mando aprovechando para darle una limpia similar a la que los aborígenes daban a sus hombres al salir a guerrear en las batallas floridas, en las que eran llevados los prisioneros a la piedra de los sacrificios, en el templo de Huitzilopochtli.
No obstante que no había salido bien librada de los obuses que le disparó su odiado rival imputándole haber cobrado sin derecho ciertas prestaciones cuando figuraba como lideresa camaral, su cara mostraba una sonrisa franca,
Las ceremonias eran una trampa, se dijo a sí mismo AMLO a mayor razón si notaba que quien presidiría su bautizo espiritual no era una sacerdotisa sino un hombre de mirada desquiciante, que tenía un perol hirviendo en el que arrojaba flores negras de fétido olor. Usaba una túnica que siendo larga no le alcanzaba a tapar las botas. Es entonces que escuchó el relincho de un caballo. Ya no había duda se trataba de una celada, lo que no lo echó para atrás. Esta vez estaba dispuesto a vender cara su derrota. Ya verían estos perfumados se dijo. Haría lo que Jehová le dijo a Josué. Tu y tus guerreros marchen alrededor de la ciudad, por seis veces. Al séptimo día darás un sonido largo con las trompetas y un gran grito de guerra, las murallas caerán. Siete sacerdotes irán adelante. Eso de los sacerdotes no le gustaba mucho
Sin necesidad de recordar pasajes del pasado estaba consciente de que esto ya lo había vivido anteriormente. Y con el mismo resultado.
Se llamó al cuarto, era su turno. Sin embargo, dijo que su alcurnia y su linaje no le permitía asistir a una ceremonia propia para incultos, ocupando su lugar una maestra que aprovechó la ocasión para darse un baño con pétalos de rosa.