¿Latinoamérica bajo cero?
Latinoamérica se caracteriza por tener grandes atletas que figuran en distintas disciplinas. No obstante, en lo que se refiere a deportes sobre hielo y nieve, el panorama nunca ha sido favorecedor. ¿Qué nos tiene ‘congelados’?
Los Juegos de Olímpicos de invierno surgieron a partir de 1924 en París, Francia. En dicha edición estuvieron presentes 16 naciones, la gran mayoría septentrionales y ningún latinoamericano.
No sería hasta 1928, en la segunda edición realizada en Suiza, cuando Latinoamérica tendría su primera aparición con México y Argentina. Los mexicanos participaron en una sola disciplina, el bobsleigh, y concluyeron en el puesto 11 de 23 equipos.
A partir de entonces los latinoamericanos han estado presentes en cada una de las justas invernales, aunque siempre con magros resultados. Entre los 10 países de América del Sur y del Caribe no se ha cosechado una sola presea, y en la mayoría de las competiciones en las que intervienen ni siquiera llegan al top ten del ranking de la especialidad. De igual forma ningún estado de América Latina ha sido sede de unos juegos invernales.
LOS PROBLEMAS
La principal dificultad a la que se enfrentan los atletas de este tipo de deportes en Latinoamérica es el clima. Son muy pocos los lugares en donde se dan temperaturas lo suficientemente heladas durante gran parte del año para que los deportistas puedan mantener un entrenamiento regular de la disciplina en la que desean participar.
Argentina, Perú, Chile y Venezuela, cuentan con montañas lo suficientemente altas y frías para que se puedan desempeñar opciones como el esquí. Pero de ahí en más no existe el entorno óptimo para el desarrollo de ejercicios sobre nieve y hielo en América Latina. Debido a esto, muchos de los atletas que representan a naciones hispanoamericanas residen en países del hemisferio norte en donde pueden entrenar.
Otra complicación es el factor financiero. Aunque se tuvieran las condiciones climáticas y geológicas necesarias, la práctica de estos deportes por sí misma es bastante cara. El equipamiento, así como la movilización hasta las zonas de preparación, la conservación de pistas de hielo y nieve, implican gastos que muy pocos están dispuestos a pagar. Por citar un ejemplo, en el mundo solamente existen 14 pistas para bobsleigh, debido a su alto costo de mantenimiento.
Asimismo, está el escaso interés que la población de Latinoaméricaa muestra hacia estos deportes, pues al ser originarios de sitios con realidades muy diferentes a las nuestras en cuanto a clima y cultura, permean muy poco o casi nada en el gusto colectivo. Son escasos los interesados en las justas invernales, sobre todo en comparación con sus homólogos de verano, y ni qué decir respecto otros rubros como los mundiales de fútbol. El público para el hielo y la nieve suelen estar conformado por personas de localidades nórdicas.
LAS EXEPCIONES
Pese al opaco panorama para los deportes invernales, hay casos aislados de atletas latinoamericanos que han logrado figurar de alguna manera, si no por un magno desempeño, sí por su esfuerzo.
Por ejemplo, en los Juegos Olímpicos de Invierno de Calgary 1988 se dio un hecho sin precedente: por primera vez en la historia, un país del Caribe, Jamaica, contendió en la prueba de bobsleigh, una de las más complicadas en su tipo. Todo comenzó un año antes, cuando dos hombres de negocios charlaban en un bar de Kingston y observaron a un grupo de lugareños compitiendo en unos carros de madera sobre la arena, lo que de inmediato les trajo a la mente el bobsleigh, el cual consiste en descender en un trineo de acero por angosta pista de hielo llena de curvas.
Al principio la idea sonaba a broma, debido a que en la isla caribeña no existe la nieve. Pero nada hizo desistir a los cuatro jóvenes, Devon Harris, Dudley Stokes, Michael White y Samuel Clayton, quienes consiguieron llegar a Calgary financiando su viaje con la venta de gorras y camisetas. Y aunque su participación no fue destacada, los ‘rasta rockets’ se ganaron la simpatía de todo el mundo. Causaron tal revuelo que la compañía Disney decidió inmortalizar su hazaña en una película llamada Jamaica bajo cero (Cool Runnings, Jon Turteltaub, 1993). Desde entonces Jamaica cuenta con un equipo estable que ha asistido a casi todos los subsecuentes juegos invernales, y si bien no consiguieron clasificar a Turín 2006 y Vancouver 2010 han hecho un papel digno en los diversos certámenes.
Desde el sur
El argentino Rubén González ha participado en cuatro ediciones de los Juegos de Invierno (Calgary 88, Albertville 92, Salt Lake City 2002 y Vancouver 2010). Es el primer atleta olímpico en competir en cuatro décadas diferentes. Su especialidad es el luge, deporte muy parecido al bobsleigh pero en modalidad individual. El pampero espera acudir a la edición de 2014. Se jacta que desde sus inicios no ha contado con apoyo financiero, siempre ha cubierto él mismo los gastos para contender.
Otro argentino sobre nieve es Cristian Javier Simari, esquiador alpino que llevó la bandera celeste y blanca a Salt Lake City 2002, Turín 2006 y Vancouver 2010, volviendo a casa sin medallas.
De Venezuela surgió César Baena, joven esquiador de fondo que ha intervenido en varios campeonatos en el extranjero, y en un par de copas del mundo en 2009: Dueseldorf y Davos. El mismo año ganó la carrera de esquí Merino Munster en Nueva Zelanda.
Mientras que en Brasil figura Isabel Clark, quien ha representado al país carioca en la disciplina de snowboard en Turín 2006 y Vancouver 2010, y aunque no obtuvo ningún galardón ocupó un honroso noveno lugar en la justa italiana, además de contar con varios campeonatos realizados en Sudamérica.
México en la nieve
México ha participado en siete competiciones invernales sin lograr una sola presea. Nuestro representante más constante ha sido Hubertus von Hohenlohe, quien nació en la Ciudad de México en 1959. Es hijo de nobles alemanes y de hecho posee el título de ‘su alteza serenísima’. Residió en suelo azteca hasta los 10 años, para luego trasladarse a España, pero conserva la nacionalidad mexicana y desde 1984 ha contendido por nuestro país en cinco ediciones de los olímpicos. Fue el atleta de más edad en Vancouver, con 51 años. Y a pesar que en los últimos cinco años sólo ha pasado dos o tres semanas en México, él afirma que por sus venas corre sangre verde, blanca y roja.
POLÉMICA
Durante los últimos años se ha discutido la participación de los países cálidos en los olímpicos de invierno debido a su poco nivel de competencia.
Aunque muchos de los deportistas tienen grandes historias como los bobsledders jamaiquinos, pareciera que en general Latinoamérica sólo asiste por el gusto de hacerse presente, a sabiendas de sus elementos tienen pocas posibilidades de alcanzar el triunfo.
También se discute el origen de varios de los atletas. No pocos cuestionan qué hace un príncipe germano abanderando a México. Y como Von Hohenlohe hay otros que nacieron en América Latina por casualidad pero siempre han residido lejos de aquí, y se registran como hispanoamericanos en las competiciones. Muchos ven esto como oportunismo, arguyendo que aprovechan esa circunstancia para obtener fácilmente un lugar en las justas olímpicas. Desde luego, ese es sólo uno de los muchos puntos de vista.
Lo que es un hecho, es que los latinoamericanos aún nos encontramos lejos de contender a buen nivel dentro de los Juegos Olímpicos de Invierno. Pero eso no quiere decir que deban cortarse los esfuerzos por mantener esa pequeña lucha con las naciones septentrionales.
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