Ayer se confirmó que el hombre muerto en un enfrentamiento con efectivos de la Marina el 7 de octubre en Progreso, Coahuila, es efectivamente Heriberto Lazcano, "El Lazca". Las autoridades pueden vanagloriarse de un nuevo gran triunfo en contra del crimen organizado. El Lazca ha sido identificado en los últimos años como uno de los principales líderes de los Zetas. De hecho, la PGR ofrecía 30 millones de pesos y la DEA 5 millones de dólares por información conducente a su captura.
Si a esta muerte se añade la captura de Salvador Martínez, "La Ardilla", el líder de Los Zetas en noreste del país y presunto responsable de la ejecución de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, parecería que esta organización criminal ha sufrido dos golpes mortales. En unos cuantos días habría perdido a dos de sus principales dirigentes. Muchas organizaciones pueden desaparecer cuando pierden en tan poco tiempo a dos cabezas importantes.
Pero ¿qué podría ocurrir como consecuencia de estos dos grandes golpes contra los Zetas? ¿Podríamos esperar, acaso, el desmoronamiento de toda la organización? ¿Abandonarán sus armas los integrantes de los Zetas para entregarse a las autoridades? ¿O acudirán a las maquiladoras para buscar un empleo legal?
Es poco probable. Lo más lógico es que los Zetas mantengan sus actividades habituales o empiecen a pelear entre ellos para ocupar los vacíos de poder dejados por el Lazca y la Ardilla. Estas luchas seguramente aumentarán la violencia en las zonas en las que esta organización tiene presencia en nuestro país.
La experiencia nos dice que las divisiones en los grupos criminales generan fuertes episodios de violencia. Esto lo vimos cuando el viejo cártel de Guadalajara se dividió en el de Sinaloa de Joaquín (El Chapo) Guzmán y el de los hermanos Arellano Félix de Tijuana. Lo constatamos también con la escisión de los propios Zetas del cártel del Golfo. En un principio los Zetas fueron el brazo armado del cártel, pero cuando se separaron de éste se generó una enorme ola de violencia que ha afectado todo el noreste del país.
El Lazca era oficial de infantería del ejército, pero desertó para unirse a una célula armada del cártel del Golfo encabezada por Arturo Guzmán Decena, teniente retirado del ejército, conocido como el Z-1. Este apodo fue el que dio origen a la designación de los Zetas. La muerte de Guzmán Decena permitió a Lazcano, el Z-3, ascender al liderazgo del grupo, junto con Miguel Treviño González, el Z-24.
Así como el Lazca y Treviño asumieron el control de Los Zetas a la muerte del Z-1, veremos ahora reemplazos para el Lazca y para la Ardilla. Para algunos jóvenes narcotraficantes y sicarios se abre, de hecho, una oportunidad de las que hay pocas en la vida. Si son lo suficientemente atrevidos en este momento, podrán pasar de ser meros subalternos a encabezar su propia organización. Esto significaría un alza radical en su nivel de vida.
Estas experiencias las hemos visto una y otra vez. La muerte o la detención de los capos no debilitan a las organizaciones del narcotráfico sino que las dividen y las vuelven más peligrosas.
La muerte del Lazca debe ser tomada más que como un triunfo de la autoridad como una advertencia a la población. No pasará mucho tiempo para que veamos una guerra para sustituir a los capos perdidos. Si la violencia que hemos presenciado en los últimos años en Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila ha sido producto de disputas entre organizaciones, habrá que estar particularmente atentos a las consecuencias de la muerte y la detención de dos líderes que aparentemente se contaban entre los más violentos y poderosos miembros de los Zetas.
EL CADÁVER
El que un comando armado pueda robarse el cuerpo del Lazca de una funeraria de Sabinas, Coahuila, parece rebasar los límites de lo creíble. Una vez más el crimen organizado demuestra su enorme poder ante la debilidad del Estado mexicano.
Twitter: @sergiosarmient4