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Lecciones de vida

Addenda

GERMáN FROTO Y MADARIAGA

Somos seres frágiles, que todo lo que tenemos es el momento presente.

Mi amigo Manuel: "Un humilde lector de estas líneas", como él mismo se define, me comentó la lección que recibió hace unos días cuando salía de un restaurante y se topó con un antiguo amigo.

Lo vio tan demacrado y acabado que no lo reconoció. "¿Qué te pasó?" -Le preguntó. Él respondió que un cáncer repentino lo había afectado y que tenía los días contados.

Mi amigo se quedó verdaderamente impactado y en ese preciso momento decidió que iba a vivir la vida con la intensidad que debe vivirse.

Por que andamos de un lado para otro cargados de prisas y de responsabilidades, preocupados en acumular riquezas para nuestra vejez y un mal día sin decir más, dejamos este mundo y uno que otro ser querido llorará nuestra ausencia, pero nada más.

Nada somos en este mundo terrenal. Sólo hojas que después de madurar, un día comenzamos por desprendernos del árbol de la vida y un fuerte viento nos arranca y nos lanza al suelo, dejándonos sepultados entre el fango.

La otra lección me la contó una persona muy querida, cuando recibió la noticia de que una adolescente a la que estimaba mucho, amaneció muerta de un infarto, en el pequeño departamento que habitaba sola.

Tan sólo tenía 25 años, con toda la vida por delante, pero Dios había trazado un plan distinto para ella, y llegado el momento decidió llevársela.

No conocemos el momento de nuestra partida, por eso no debemos angustiarnos tanto por el porvenir. Lo que ha de ser, será, y no hay poder humano que haga distintas las cosas.

Ahí está también, el caso del hombre que se salvó del incendio de la planta de Pemex en Tamaulipas y en su huida se atravesó la carretera y un camión lo atropelló y mató. Se salvó de morir quemado, sólo para morir atropellado. Estaba escrito que ese día moriría y ni uno más.

Pero a veces necesitamos enfrentarnos a un acontecimiento como los comentados, para ver en todo su esplendor la fragilidad de la vida. Parece que no basta con saberlo o leerlo, hay que vivirlo para comprenderlo.

Perdemos, como hemos dicho otras veces, que el sentido de la vida es vivirla, simplemente vivirla; y que para eso no se requieren recetas especiales, así como, que lo único que tenemos es el presente. Nada más puede ser nuestro.

Insistiré cuantas veces sea necesario. Hay que vivir a plenitud, sin excesos, pero sin limitantes, buscando nuestra felicidad y la de nadie más.

Porque además, siendo felices nosotros, haremos felices a los que nos rodean.

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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