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LEGADO DE CALDERÓN

SALVADOR KALIFA

Estamos en el último año de la administración del Presidente Felipe Calderón, y aunque él declaró recientemente que "le cuelga" un buen tramo a su sexenio en esta recta final, lo cierto es que la mayor parte, si no es que todo su legado económico ya se puede dar por hecho.

En su descargo, cabe reconocer que su gestión se vio enturbiada desde su inicio por el reclamo estridente del que se autonombró en aquella ocasión como "presidente legítimo", lo que obligó al Presidente Calderón a emprender una lucha cuesta arriba para legitimar su administración.

Por otra parte, también es verdad que le tocó enfrentar la Gran Recesión global de 2008 y 2009, con un contexto internacional complicado que, a la postre, determinó en 2009 una contracción del 6.1 por ciento en nuestra economía.

Esto podría ser invocado para justificar el pobre crecimiento económico durante su administración, la cual hasta el tercer trimestre de 2011, último dato conocido, arroja un crecimiento promedio aritmético anual del Producto Interno Bruto (PIB) real de apenas 1.6 por ciento.

Esa justificación, sin embargo, pierde fuerza cuando constatamos que la administración del Presidente Ernesto Zedillo registró en 1995 una caída en el PIB real de 6.2 por ciento y una crisis de recursos externos para atender la deuda de los Tesobonos. Aun así, nuestra economía creció en el lapso comparable del mandato del Dr. Zedillo un 2.9 por ciento en promedio aritmético anual.

La diferencia entre ambos comportamientos es más marcada si tomamos en cuenta lo que señalé en una columna de principios de diciembre pasado, respecto a que Calderón ha contado en su sexenio con 164,000 millones de dólares más por exportaciones petroleras que los que tuvo Zedillo en el período comparable.

Esta cifra pone de relieve los pobres resultados económicos de la administración actual, que en mucho se deben a un manejo inadecuado de los recursos disponibles y a decisiones equivocadas en materia de impuestos, que han dado como resultado una transferencia de recursos del sector privado hacia el sector público, que este último dilapidó improductivamente.

Pero el derroche de los recursos petroleros durante la administración del Presidente Calderón, con un crecimiento económico magro, no se limita a un gasto irresponsable de recursos que no son recurrentes, sino que, además, con el pretexto de estimular a nuestra economía en 2009, agotó las pocas reservas que tenía el Fondo de Estabilización de los Ingresos Petroleros (FEIP).

En efecto, el FEIP había acumulado hasta el 31 de diciembre de 2008 un saldo máximo equivalente a 6,209 millones de dólares (md), pero al 30 de septiembre de 2011 dicho saldo se había reducido a la cifra equivalente de 578 md. En consecuencia, no sólo no se ahorró una parte de la renta petrolera extraordinaria, sino que se extrajo el excedente que se había acumulado en sexenios previos.

Por otra parte, Calderón se ufana de ser el Presidente de la infraestructura. Sin embargo, no vacila en sacrificar al gasto de inversión en aras del gasto corriente. De esa manera se explica que entre 2007 y el segundo trimestre de 2011 el gasto en consumo público haya crecido 2 por ciento promedio anual real y que el de la inversión pública cayera a un ritmo de 0.9 por ciento.

Esta tendencia continuará en 2012. En efecto, el proyecto de presupuesto enviado al Congreso muestra como esta administración sigue privilegiando el gasto corriente al mencionar que: "Con relación a lo aprobado para 2011, en 2012 el gasto corriente muestra un aumento de 6.3 por ciento, mientras que el gasto de capital se reduce 6.5 por ciento, ambos en términos reales".

El apetito por el gasto del Presidente Calderón ha encontrado, además, eco en un Congreso empeñado también en una carrera de dispendio. Los partidos políticos opositores en su afán de fortalecer a los gobiernos en las entidades federativas y municipios que controlan han logrado que nuestros legisladores secunden un gasto público creciente.

Al respecto, el gobierno y el Congreso han sido excesivamente complacientes con el ritmo insostenible de endeudamiento que registran varias entidades federativas y municipios, lo cual puede generar problemas futuros en la deuda pública del gobierno mexicano, en forma comparable, guardadas las proporciones, con Europa.

Estos indicadores son una muestra clara de que el legado que nos deja la administración del Presidente Calderón es muy pobre en materia económica.

Preocupa, en particular, el nivel alto y creciente del gasto público, que por la extinción para todo fin práctico del FEIP, constituye un pesado lastre para gobiernos futuros y, ante una eventual caída de ingresos petroleros, un mal augurio para nuestro país.

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