Nota introductoria: Estas líneas fueron escritas hace ocho días, pero no obstante haberlas enviado con tiempo, éstas nunca llegaron al periódico, porque los duendes cibernéticos lo impidieron. Por ello, ahora las reproduzco, pues no es un artículo de actualidad.
Me vine frente al mar, a dar audiencia a mis recuerdos. A pasar lista de mis ausencias, que de pronto se me hicieron muchas. Las de mis amigos y familiares.
Repasé todas, partiendo de Juan Foster, mi amigo de la infancia cuya partida fue la primera que me enfrentó a la muerte. Luego vendrían mis padres, mis hermanos, algunos amigos más y personas tan significativas como Manuel y Alfonso.
A esa lista ahora hay que añadir a Ricardo y Chacha. Pero el mar es el origen de todo y también brinda consuelo. Hay que vivir mientras estamos aquí, porque esta estancia es sólo un momento en la vasta eternidad. Luego sólo cenizas quedarán.
Nada mejor para acompañar las horas frente al mar que un libro. Tenía pendiente la lectura de: "Yo fui Plutarco Elías Calles, la versión jamás contada", que con tanto afecto y recomendación me obsequió mi sobrino César Ernesto, un apasionado de la figura de Calles.
Y por no dejar y para que no falte, antes de salir fui y compré una novela de Héctor Aguilar Camín: "El error de la luna". Héctor es un buen amigo, investigador y mejor escritor, de quien he leído casi todo.
Armado con esos dos buenos fusiles me apoltroné frente al mar desde el primer momento y en un día y medio devoré la novela de Héctor. Es una historia de amor en la que sus protagonistas, Lucas y Mariana, viven una pasión casi demencial, encubierta largos años por la familia que quiere ocultarle los hechos a Leonor, sobrina de aquélla.
Ésta va poco a poco desenmarañando la madeja hasta dejar al descubierto una verdad que si bien no era tan trágica, como ella suponía, sí fue motivo de ignominia para una familia en extremo conservadora.
La influencia de la luna en toda la trama, da pie para el título de la novela. Confieso que yo hubiera esperado otro final, pero su autor decidió ese otro que sin ser malo, resulta un tanto flojo para una trama tan intensa.
En 196 páginas el autor urde una historia interesante, como todo lo que hace Héctor. La novela esta editada por Seix Barral y tiene un precio accesible. Una lectura recomendable para quienes gustan de textos novelados, no muy complicados y de esos que te "jalan" desde un principio.
El otro texto, el histórico, está escrito por el nieto de Elías Calles, Alfredo, y editado por: "suma de letras". Es un texto que vio la luz este mismo año y su autor toma la voz de Plutarco para ir narrando su vida, comenzando extrañamente desde el día de su muerte.
Plutarco, expresidente de México, fue uno de los constructores de este país e integrante de una trilogía de hombres sonorenses, que junto a Obregón y De la Huerta, forjaron un sueño que el último tuvo que abandonar por su ambición de poder.
En más de trescientas páginas Alfredo va usando la voz de su abuelo para contar una historia interesante que precisa hechos históricos importantes, como el hecho de que no fue Obregón el que mandó matar a Carranza, sino un militar oficioso que quería quedar bien con el entonces militar Obregón.
Cómo se trama la revolución, cuál fue la verdadera posición de la Iglesia frente a ella y el porqué los militares tenían que defenderse de la ambición, nunca desterrada, de los curas y obispos.
Quiénes fueron los hombres que junto a Plutarco contribuyeron a establecer los cimientos de esta nación, así como la posición, siempre ambiciosa y hostigante, de los gringos, que invariablemente han querido saquear más que ayudar al país.
Dos textos que me hicieron muy gratas las horas frente al mar y a aplacar un poco mis propios demonios, al tiempo que colmaba esas grandes ausencias que aún lloro.
Recomiendo ampliamente esas lecturas, con la seguridad que según las preferencias de cada cual, nadie se arrepentirá de haberse adentrado en su lectura.
Después de veinte años de compañía, mi perro Kevin, decidió abandonarnos para irse a regiones más transparentes.
Fue un hermoso regalo que en su momento me hicieron Isabel y Manuel y que nos acompañó fielmente durante esos largos años.
Sólo se quedó dormido y emprendió su ascenso como lo hacen los seres que han vivido plenamente: en silencio y sin reproches ni alaridos.
Sé que ahora estará reunido con su pareja de toda la vida: La Chata; y que su nuevo estadio ha de ser igualmente feliz y placentero. Gracias por todo lo que nos diste, querido amigo.
Por lo demás: ¨Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano.