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Lo que pasa cuando estornudamos

Si tuviéramos un medidor de kilómetros al lado, podríamos comprobar que con este sencillo acto reflejo somos capaces de expulsar aire a velocidades casi inhumanas: según los promedios, lanzamos los estornudos a 140 kilómetros por hora. INGIMAGE

Si tuviéramos un medidor de kilómetros al lado, podríamos comprobar que con este sencillo acto reflejo somos capaces de expulsar aire a velocidades casi inhumanas: según los promedios, lanzamos los estornudos a 140 kilómetros por hora. INGIMAGE

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Cuando algún elemento que no nos es familiar entra por las vías respiratorias, llevamos a cabo uno de los mayores mecanismos de defensa con que contamos los humanos: el estornudo. En la parte externa de la nariz se encuentran unas células nerviosas que se activan con estos elementos que le son extraños y le comunican al cerebro que algo no va bien. Una vez enviado el problema a la cabeza, es el bulbo raquídeo el que se encarga de controlar esta y todas las acciones involuntarias, y es el que tiene la última palabra sobre si estornudar o no.

Una vez decide que el elemento es suficientemente extraño como para querer defendernos de él, le envía un mensaje al pecho, cuyos músculos apretarán el aire contenido en los pulmones y provocarán automáticamente un espasmo en el cuerpo. De manera acelerada, los pulmones requerirán una enorme cantidad de aire, que el abdomen apretará aún más subiendo la posición del diafragma. Al mismo tiempo, otro órgano participará en el asombroso proceso de estornudar. La faringe se cerrará en banda y no permitirá que el aire salga en la totalidad por la boca, lo que lo obligará a salir por la nariz en gran medida.

Si tuviéramos un medidor de kilómetros al lado, podríamos comprobar que con este sencillo acto reflejo somos capaces de expulsar aire a velocidades casi inhumanas: según los promedios, lanzamos los estornudos a 140 kilómetros por hora.

Uno de los mayores misterios sobre un estornudo es por qué cerramos los ojos, aunque se cree que forma parte de mismo acto reflejo. Esto quiere decir que no tenemos ningún tipo de control sobre ello, como no lo tenemos cuando cerramos o no la faringe. No muy lejos de la creencia común de que los ojos podrían salir de sus órbitas –algo que, no obstante, es extremo–, la decisión del cuerpo de cerrar los ojos puede prevenir que se muevan en sus órbitas. Al estar los lacrimales conectados con el sistema respiratorio, lo que hacemos al cerrar el párpado, es no permitir que salga aire por esa zona y que los globos oculares no se desplacen ni un ápice.

Este acto que era para griegos y egipcios un augurio de buenas y malas noticias según el momento del día en que tenía lugar, ha poblado las tradiciones culturales de casi todo el mundo. En muchas religiones tienen una bendición como respuesta al estornudo y en algunos países se considera la voz de Dios cuando tienen que tomar una decisión, como en Hungría y Rusia. No tan positivos respecto a ello son los mexicanos, que creen que sus mujeres son infieles cuando los hombres estornudan, mientras que en Salvador creen que es motivo de no haber ingerido suficiente alcohol. A pesar de todas las fábulas, esta práctica ancestral no deja de ser un acto reflejo, bendito o maldito, con que el cuerpo nos defiende de elementos que no son bienvenidos.

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