¿Por qué siempre cuesta arriba y mal equipados? ¿Por qué esperar un milagro? Parecen novatos que nunca han logrado salir del cascarón. Imagínense a montañistas que van a escalar el Everest y se devuelven a media ladera porque no llevan zapatos, ni calcetines de lana, ni alimentos ni tanques de oxígeno, que teniendo una segunda oportunidad no se preparan con la debida anticipación, no toman las medidas de seguridad pertinentes e improvisan guantes y equipo de radio una vez iniciada la caminata. Esperar un milagro es someterse a los designios de un destino que como puede que sí, puede que no. Es ir a una guerra declarada sin parque … a propósito, perdón por la divagación, en la Batalla de Churubusco (1846-1848) donde con motivo de la intervención estadounidense se dieron varios yerros al tratar de repelerla cuando los invasores ya se encontraban en territorio nacional. Se esperaba que viniendo de Puebla entrarían a la Ciudad de México por el rumbo de Peñón Viejo, dejando las fuerzas locales desprotegido el cuartel de Churubusco donde un chispazo produjo que la pólvora estallara.
Se les había dotado de pertrechos pero recogidos al ejército enemigo que no sirvieron para equipar el armamento mexicano. Esto dio lugar a que el combate se decidiera a favor de las fuerzas de ocupación. Cuando el General Twiggs ante la rendición del General Pedro María Anaya le pidió entregara las armas éste le contestó con la frase que se volvería célebre "si tuviera parque no estaría usted aquí". Esto demostraba el temple de un ejército que se veía obligado a deponer su resistencia, demostrando valor, arrojo e ímpetu ante la inminente derrota. De esos hombres está necesitado este país. Un episodio heroico que no pudo impedir que de todas maneras fuera desmembrado nuestro territorio. Mención destacada merece la participación del batallón de San Patricio, habiendo desertado de las filas del ejército atacante para pasarse a nuestras filas. La mayoría perdió la vida al ser ahorcados, considerando que no merecían el honor de ser fusilados, A unos pocos les impusieron la pena de cincuenta azotes. A los sobrevivientes los marcaron con un hierro candente en la mejilla. No se sabe si se equivocaron de bando o decidieron estar del lado de los débiles aun a sabiendas de que aquí no había futuro.
Y ya que he escrito de falta de municiones, dejemos a los héroes descansar en el panteón de la patria y ocupemos ahora en cosas aún terrenales y por lo mismo vigentes. Es cierto, lo que dicen los que saben, que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación calificará la elección presidencial, la que pueden declarar válida o inválida al desechar por improcedentes e infundados los argumentos que esgrimen los recurrentes. La foto que apareció el miércoles de esta semana, en la primera plana de El Siglo de Torreón revela que el Presidente saliente ya considera como sucesor al señor de Atlacomulco, o cuando menos esa impresión se quiere dar a la comunidad, que sus opositores ya se acabaron el parque, si es que alguna vez lo tuvieron, por lo que ya nada les queda por hacer, en que ya ni llorar es bueno, que ya puede ir preparando sus maletas para irse a su rancho de nombre sui generis. Los lopezobradoristas aún confían en que sus argumentos tengan la suficiente contundencia para que los magistrados decidan anular la elección. Según su punto de vista, la moneda todavía está dando vueltas en el aire, por lo que puede caer en águila o en sol.
Esto lo sabremos pronto, los dioses del destino envolverán a los seres humanos entre sus brazos para coronar sus esfuerzos con el triunfo, colocando en sus sienes la corona de la victoria, o pondrán muy lejos de sus manos el cetro que identifica a los ganadores. Para eso sopesará la fuerza de los argumentos poniéndolos en una balanza en cuyos extremos penden sendos platillos, en uno se pone lo que se pretende pesar y en el otro las pesas necesarias para lograr el equilibrio. ¿Qué pesará más: las necesidades del que pide justicia o se estará frente a empolvados folios de rígidos cuestionamientos? Escucharán las recomendaciones que hacía don Quijote a su fiel escudero Sancho Panza que sería gobernante en la Ínsula de Barataria a la que mucho se parece el país en el que vivimos. No los referiré todos, que no habría lugar donde ponerlos, bastará con aquel que habla de justicia. Bien, ya voy y entraré en materia: "si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia".