El viejo filósofo se declara un hombre bendecido por el Padre Supremo; de una infancia llena de hambre, privaciones y pobreza, que junto a mi modesta madre viví, pasé a una juventud en la que siempre me sobró el entusiasmo y la alegría, las que mi mamá amorosamente sembró en mi alma.
Así pude estudiar, becado, la Normal y la prepa; luego la Facultad de Derecho -para entonces ya trabajaba como maestro rural, además, una especialidad en la Facultad de Comercio de la UAT, en la Normal Superior de Tamaulipas, el doctorado en derecho en la UNAM, Hipnosis Terapéutica en el IMPO y también me prepararé como coach en manejo de emociones en Life Center-Monterrey.
Ello me ha llevado a cumplir el viejo principio de la escolástica que dice: "Cuántas veces so pretexto de enseñar… aprendemos" y eso es lo que hago en mi vida: aprender.
Y lo digo, porque en la presente semana tuve el privilegio de recibir varias lecciones del carismático gobernador de Veracruz, Dr. Javier Duarte de Ochoa, quien hizo la distinción, a través de la Universidad Popular de Veracruz, de otorgar el doctorado Honoris Causa a un mexicano universal como lo es don Armando Fuentes Aguirre Catón y a un servidor.
La primera lección que recibí, es que es un gobernador -de esta época en la que gobernar no es tarea fácil- que con respeto sabe escuchar a su pueblo, lleno de esa sencillez y humildad que sólo los grandes poseen; atendió cordialmente a las decenas de jóvenes que se le acercaron y además, mostró una admirable puntualidad, esa que distingue a los hombres que saben que el tiempo sirve para construir la historia.
La segunda, estar excelentemente bien preparado académica y políticamente.
La tercera, en el tema de la inseguridad, el que pocos países del mundo han resuelto satisfactoriamente, en México, mientras algunos políticos aplican la táctica del avestruz (esconden la cabeza) y otros dilapidan el tiempo en discursos demagógicos, el doctor Duarte de Ochoa tiene el valor de dar la cara y afrontar el flagelo delincuencial, implementando el programa "Veracruz Seguro".
La cuarta, ir más allá de la media nacional en generación de empleos.
La quinta, haber tenido la visión educativa y crear la Universidad Popular Autónoma de Veracruz (UPAV), bien dirigida por un excepcional pedagogo como lo es el Dr. Guillermo Zúñiga Martínez, con más de 70 mil alumnos matriculados en 42 carreras técnicas, 55 licenciaturas, 657 preparatorias, 7 especialidades, 37 maestrías y 12 doctorados.
Cabe señalar que la mayoría del alumnado son trabajadores por encima de los 20 años, el 65% mujeres, muchas de ellas trabajan de lunes a viernes como amas de casa, empleadas de gobierno, agentes de ventas, despachadoras de gasolineras, empleadas de tiendas de conveniencia, etcétera.
En la conferencia que dicté el sábado 21 del presente, en la UPAV del Puerto de Veracruz, me llevé una grata sorpresa; habiendo sido profesor desde primaria hasta universidad, jamás había visto que una alumna amamantara a su bebé en clase y al terminar, sus compañeras la ayudaron para que el niño "repitiera".
Esa es la institución que el líder de los veracruzanos ha tenido la inteligencia de fundar, que atiende a una población que no tenía espacios para su crecimiento educativo, con sentido humano, con una espléndida solidaridad, que hasta la Intercontinental Union for Quality en Brasil ha reconocido su gobierno, por generar un modelo educativo único en Latinoamérica.
Ésta, como muchas otras historias de éxito se inscriben en Veracruz, que en plena crisis, enfrenta la segunda década del nuevo milenio con un liderazgo creativo, renovado, con visión de gran calado y clara perspectiva de futuro, que le provee el gobernador Dr. Javier Duarte de Ochoa.
Resulta que el viejo Filósofo fue invitado a dar una conferencia con el tema: "La visión cosmogónica en el campo güemence" al personal del Banco de México, al concluir se le acercó Agustín, un hombre con exagerado sobrepeso, un gordo al que es más fácil brincarlo que darle la vuelta, al que apodan El Dólar, por aquello de que le vale madres el peso, quien pícaramente inquirió:
- Oiga Filósofo, qué, allá para su pueblo, ¿no hay table dance?
- ¡Sí! -respondió el Filósofo- hay uno buenísimo y cuando usted vaya le van a sobrar "nalguitas".
- ¡Ah, caray!… ¿Qué las chavas están tan buenas?
- No… ¡Los bancos están muy chiquitos!
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