LOS COLABORADORES DE LA I

Palabras al viento...

Desde luego que un estilo de vida egoísta, sin amor, sin proyección a la inmortalidad, sin servicio a los demás, sin ideales, sin ilusiones, quizá merecería los calificativos y reproches que le adjudican a la vida el existencialista Sartre y sus muchos discípulos; pero en realidad lo han hecho porque detestan la espiritualidad y el verdadero amor desinteresado. Mas si recordamos que nuestros padres (en su inmensa mayoría), nos hicieron confiar en "El Dios que vive", y que nos llama a la vida, entonces las cosas cambian.

Quienes buscan borrar el sentido religioso de la gente, maliciosamente han difundido la idea de que "La vida es para gozarla y ser felices", lo que es un engaño vil, porque la realidad es que los fracasos y el sufrimiento son parte inseparable de la vida, y debemos aceptarlos aprendiendo a sobrellevarlos.

La vida es el principio y fin de la Creación, y si así lo entendemos, la vida del hombre deberá ser concebida como un valor sagrado. Por ello, la Civilización habrá de protegerla de una manera especial, prohibiendo y condenando el homicidio, y todo lo que se le parezca. Al hacerlo así, no está violándose ningún tipo de libertad, sino evitando todo libertinaje que atente contra la vida y dignidad del ser humano.

Al pensar en lo que acaban de leer, recordé una anécdota: Una madre se quejó con el Cura de su parroquia, que por causa de malas amistades, su hijo ya no quiere saber de Dios... Imaginando lo que se le recomendaría, agregó ufana: "Muy seguido le hablo de Dios a mi hijo ¡Pero de nada sirve! Y tras una pausa el señor cura le contestó: "Señora, si quiere usted obtener mejores resultados, más que hablarle a su hijo acerca de Dios, ¡Háblele a Dios acerca de su hijo!

Alejandro G. Terán de Lira. agteranlira@hotmail.com