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LOS COLABORADORES DE LA I

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Palabras al viento...

En la manzana que estaba frente a la estación se construyó rápidamente lo que vino a ser el entonces lujoso Hotel Francia, y en las cercanías también se instalaron el Hotel Sternau y después el Toledo, el Casa Blanca, el Barcelona, el Iberia, el San Carlos, el Salvador, La Española, Princesa, amén de otros de menor categoría, que eran necesarios para hospedar a la gran cantidad de gente que estaba llegando a esta población ya que prometía convertirse en una progresista ciudad en muy poco tiempo.

Para mediados del siglo veinte, ya era una realidad el sueño de los primeros pobladores de Torreón. Exceptuando al Sternau, continuaban en el centro de la ciudad aquellos hoteles mencionados, pero cada vez mejor acondicionados, más los modernos Hotel Elvira, Galicia, Calvete, Arriaga, Naves, Savoy, del Paseo, Paraíso del Desierto, etc.

Era común ver en las afueras del Hotel Galicia a gran cantidad de personas de indudable apariencia de "gente rica" mezclada con turistas gringos, que frente a la Plaza de Armas, disfrutaban del ambiente de los atardeceres y noches laguneras, sentados cómodamente en sillones de cuero típicos de Guadalajara, llamados "equipales". En esa época de la post-guerra mundial, se acrecentó de nueva cuenta el interés de los extranjeros no nada más para viajar a México, sino también buscando establecer todo tipo de negocios.

El presidente Miguel Alemán aprovechaba entonces sus cordiales relaciones con U.S.A. para que se asociaran los "primos" con "los cuates", ya fuera estableciendo nuevas industrias, abriendo enormes extensiones de tierra para cultivar (sobre todo, algodón), y en toda clase de actividades incluyendo la atracción del turismo. Con el fin de que llegaran los dólares que tanta falta hacían, se ablandaron leyes y requisitos, abriéndose las puertas a toda clase de "inversionistas mayores" que habían permanecido alejados de nuestro país desde que los espantaron los "revolucionarios".

Así que en ese tiempo no era raro ver a muchos "güeros" con texana y puro, entrando y saliendo de los buenos hoteles y de los edificios que ya empezaban a verse terminados, como el Vallina, el Monterrey, el Algodonero, el América, el ampliado Banco de la Laguna, el Carlos I. Marcos, y sobre todo, los elegantes bancos y restaurantes de "caché", como eran el Apolo Palacio de don Demetrio Strimpópulos, donde tenían apartada su "mesa de la Una", Antonio Anaya (y su puro), el coronel Procopio Ortiz, los hermanos Jardón, Alfonso Estrada, y varios prominentes más que sólo conocía de vista, y quienes se decía que eran "los más ricos del pueblo". Yo tenía como quince años y nomás los veía por las vidrieras.

Ni soñaba con entrar... ¿A qué, y con qué?

Alejandro G. Terán de Lira. agteranlira@hotmail.com

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