EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Los dos secuestros del 'comandante'

CARLOS LORET DE MOLA A.

Legó de Italia a México en barco, solo y sin un peso, siendo un adolescente. Su padre, a quien Mussolini robó sus máquinas de panadería para fabricar armas, le educó en el trabajo duro. En años, logró fundar y volver próspera la cadena de revistas Mundo Ejecutivo, superó cuatro crisis económicas, procreó una familia envidiable y salió vivo de un secuestro de tres meses con dos balazos en las piernas.

Pero nada de eso presumía Walter Coratella. Brujo de la sobremesa, bonachón, mirada amorosa, carcajada fácil y contagiosa, de lo que realmente le gustaba presumir era de que en 1980 se inscribió casi de puntada a un torneo de backgammon y en cosa de días, venció a todos sus rivales y terminó coronándose Campeón Mundial de la especialidad y levantando la bandera de México por encima de los santones del famoso juego de mesa.

Siempre me invitaba a comer pasta y, en contra de mi costumbre, me exigía que no le pusiera mucho queso parmesano encima porque la secaba -"yo te voy a enseñar a comer pasta, cabroncito", espetaba con humor-. Un día, casi desafiándolo, le pregunté que si había oído hablar de Yucatán y su magnífica cocina: dijo que sí, la desdeñó con cortesía, y volvió a sus canelones.

En la recta final de 2001, saliendo de su oficina a espaldas del edificio de la Bolsa Mexicana de Valores del Paseo de la Reforma capitalino, un comando bajó a Walter de su vehículo. Lo desaparecieron tres meses. Mancillaron su cuerpo y arrodillaron su mente. Se comunicaron escasamente con su familia, jugaron con sus miedos y horrores, y le intercambiaron la vida por una cifra en dólares. El método del secuestro cuando lo llevan a cabo profesionales. Los investigadores le dijeron que había sido la guerrilla Ejército Popular Revolucionario (EPR).

Desde que "me llevaron de vacaciones", como se refería risueño a su indeseable experiencia, las comidas trataron menos de backgammon y más de contarme sus días en cautiverio. Nunca con rencor, siempre con un humor negro que hasta apenaba la risa. Él, con veinte kilos menos que fue recuperando a buen paso y buena pasta, seguía siendo el mismo.

Walter Coratella Marano, a quien sus dotes de liderazgo durante un divertido seminario para periodistas en Cuba me hicieron llamarle desde entonces "Comandante", murió el primer día de este año. Un cáncer lo secuestró por dentro. Le faltó una semana para cumplir 73.

La última vez que me llamó, hace menos de quince días, andaba yo de vacaciones. Seguro quería despedirse. El plan era almorzar esta semana. Pasta, seguramente. Me la voy a echar, a su memoria, y quizá algún día me gradúe -autodidacta- en comerla como a él le gustaba.

En San Sebastián, la barra del Gambara con los hongos incomparables que prepara Amaya y la trepidante cocina de Juan Mari Arzak -uno de los 5 grandes del mundo- extrañarán a Pedro, como le decían a don Armendáriz, asiduo visitante los septiembres de festival de cine. Descanse también en paz. Que se encuentren por allá. Y que coman delicioso.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 693738

elsiglo.mx