Torreón es una de las pocas ciudades del mundo que puede mostrar la casa en donde vivió la persona que hizo su traza urbana. La Casa del Cerro fue erigida entre 1901 y 1905 por Federico Wulff para ser ocupada por su propia familia. Funcionó como vivienda hasta finales de los años cincuenta y permanece abandonada hasta 1993 cuando es rescatada y convertida en el primer museo que se ubicó en el Centro Histórico de Torreón. Sus salas adornadas con muebles antiguos y diversos artefactos que datan de los primeros años de nuestra ciudad transportan al visitante a otra época y nos ayudan a recordar los orígenes de Torreón. Su Teatro al Aire Libre ha sido sede de innumerables conciertos, algunos de los cuales han sido presentados con gran asistencia del público por la Camerata de Coahuila.
Cerca, a unos quinientos metros de la Casa del Cerro, sobre el bulevar Revolución, está ubicado el Museo del Ferrocarril, inaugurado en 1998. El cual utiliza las antiguas bodegas de Ferrocarriles Nacionales de México, mismas que datan de los primeros años de Torreón y tienen gran importancia para la historia de nuestra ciudad, pues desde un principio ésta estuvo ligada a las vías de ferrocarril.
En el año 2005, el gobierno municipal adquiere el edificio del Banco de México e inaugura junto a sus oficinas administrativas el Museo de la Moneda, el cual se ubica en la antigua bóveda del banco, y tiene como misión difundir la historia de nuestro país a través de las monedas que se han acuñado desde la época colonial hasta nuestros días.
Justo enfrente del antiguo edificio del Banco de México y también dando hacia la Plaza de Armas se encuentra el Museo Arocena, inaugurado en agosto de 2007. A cinco años de su existencia se ha convertido en el museo más importante y dinámico de la región. La calidad de sus exposiciones, su colección permanente, los ciclos de conferencias y conciertos que se desarrollan en sus espacios son consistentemente de una gran calidad y atraen a miles de visitantes al año.
Llama la atención cómo ha crecido en este corto período con la incorporación de otros edificios, como la Casa Histórica Arocena y más recientemente el Anexo Edificio Russek, los cuales han ampliado su capacidad al agregar nuevas salas de exposiciones, además de auditorios que permiten la presentación de ciclos de cine, conferencias y recitales.
Hace unos días tuve la oportunidad de visitarlo de nuevo, de recorrer sus salas y de asistir a un excelente concierto en la Casa Histórica Arocena. Me maravillé una vez más con sus colecciones, en especial la de platería colonial mexicana que resguarda y me quedé pensando no sólo en lo importante que es para nuestra ciudad el que contemos con instalaciones de ese nivel, sino también en lo que significa el que edificios como los antiguos Casino de la Laguna y Hotel la Española que hoy ocupa, hayan sido rescatados del abandono y encontrado un uso acorde a su calidad arquitectónica y urbana.
En octubre de 2008 durante los festejos del Centenario de Torreón, se inauguró el Museo del Algodón, el cual incorpora los vestigios del Casco de la Hacienda del Torreón, que da nombre e identidad a nuestra ciudad. En sus salas se muestra a través de una serie de artefactos agrícolas la relevancia que tuvo el cultivo del algodón en el desarrollo de nuestra comarca, así como una exposición de los diferentes productos que se elaboraban a partir de él, tales como aceites, jabones y tejidos.
Todas las construcciones que he mencionado corrieron con suerte, pudieron ser adaptadas a un uso distinto para el que originalmente fueron concebidas y recobraron una nueva vida que garantiza su existencia. Ya luego, al salir de los museos, uno ve el resto de los edificios del Centro, de los cuales muchos poseen una gran calidad y son ejemplo de la arquitectura de las distintas épocas de Torreón, lo lastimoso es que un buen número de ellos se encuentra semiabandonado, como es el caso del Hotel Salvador, que va gradualmente cayendo en el deterioro.
El Centro que alguna vez fue el orgullo de Torreón, agoniza, pero aún está vivo, la gente sigue yendo a él, la Plaza de Armas continúa siendo visitada, sus bancas ocupadas, la gente baila en sus aceras, sus calles tienen momentos en que recobran el antiguo bullicio de antes, pero el hecho es que ahora son ya muchos los comercios y edificios de oficinas y departamentos que se encuentran vacíos. Por otro lado, el ambulantaje acecha -incluso frente al Museo Arocena- esperando ocupar las calles para vender sus chucherías y mercancías en las aceras, transformando al Centro en un mercado al aire libre que acelerará su decadencia.
El verdadero rescate del Centro Histórico sólo será posible en la medida en que se logre atraer de nuevo a la gente a él, cuándo sus edificios de vivienda y oficinas sean ocupados, cuando nos sintamos seguros de recorrerlo a cualquier hora del día, en el momento en que se construya sobre los lotes que han quedado vacíos, tal y como aconteció con el del Apolo Palacio y el Teatro Princesa que otrora bordeaban la Plaza de Armas.
El enterrar los cables de luz y teléfono, el renovar las aceras o hacer peatonal la Morelos difícilmente logrará por sí sólo revivir al Centro, para ello se requieren de muchas acciones de las cuales algunas ya han iniciado, como es el establecimiento de museos y teatros. Lo que sigue es trabajo de todos, de los propietarios, empresarios, comerciantes, ciudadanos, y desde luego también de nuestras autoridades, pero para ser realmente efectivos debe elaborarse un plan integral que de manera concertada sea aplicado, en el entendido de que su rescate llevará tiempo.