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Los reacomodos

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

No hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla. Así llegó el pasado domingo 1 de julio en México y la jornada electoral arrojó el resultado que se esperaba por la mayoría: el triunfo claro de Enrique Peña Nieto, seguido en segundo lugar por Andrés Manuel López Obrador y en un lejano tercer sitio, a la candidata del todavía partido gobernante el PAN, Josefina Vázquez Mota.

Es verdad que todo mundo que no ve favorecido a su candidato en las encuestas, llegue con una velita prendida de esperanza para que el día de los comicios cambien las cosas, pero con la información disponible, era realmente casi menos que imposible que el PRI no materializara todos los elementos que operaban a su favor: su inmutable maquinaria electoral, el desgaste natural del ejercicio del poder por el PAN y la preferencia casi religiosa de una buena parte del electorado que vota por ellos como si fuera una especie de dogma y tal vez algunos a quienes se les convenció con la imagen del candidato tricolor construido durante años con el poder de las televisoras.

Sin embargo, claro que siempre quedan algunas suspicacias. Desde mi punto de vista, es extraño que curiosamente se haya podido desactivar en las últimas semanas lo que hubiese podido ser el "Voto Útil" para quien ya aparecía en segundo sitio.

Me explico: con el devenir de las semanas, las encuestadoras nacionales contratadas por los medios de comunicación dieron cuenta puntual de que efectivamente el candidato de las izquierdas, López Obrador, había rebasado a la segunda posición a Vázquez Mota, del PAN. Ese dato al final resultó inobjetable, López le ganó a Josefina por 6 puntos porcentuales, un cifra que ronda los 3 millones de votos.

El detalle es que en las propias encuestas que si bien consignaban que la candidata panista estaba ya fuera de toda posibilidad de triunfo, hubo un dato curioso que no se cumplió: la distancia que resultó entre el ganador Enrique Peña Nieto y el ya dos veces derrotado Peje.

Las mediciones estadísticas daban en promedio una ventaja de 10 puntos a Peña sobre López. La única encuesta que se atrevió a dar otros pronósticos fue la del periódico Reforma, que en mayo informó que la distancia entre el puntero y su más cercano competidor era de 4 puntos. Para junio las cosas cambiaron y la propia encuesta de Reforma volvió a otorgarle los mismos 10 puntos al candidato del partido tricolor sobre el incansable López Obrador.

¿Qué se logró con esto de las encuestas? Quizá la desactivación del "Voto Útil". Es decir, toda aquella masa de electores que prefería ver a cualquiera menos al PRI en el poder, pudo haber elegido la opción de las izquierdas si se hubiera generado una opción de triunfo real de AMLO a través de las encuestas, pero éstas hablaron de una cercanía de 3 puntos entre López y Vázquez que hizo que algunos votantes dubitativos no migraran su sufragio del PAN al PRD, PT, o Movimiento Ciudadano, siendo a final de cuentas el ganador el PRI. No deja todo esto de generar un extrañamiento.

Aun así, el mundo sigue girando y ya hay presidente virtualmente electo, Enrique Peña Nieto, (cuando escribo esto todavía no está la resolución del IFE del recuento parcial de los votos del domingo) aunque no lo acepte López Obrador y compañía.

Con el PRI nuevamente en la Presidencia de la República, por condición natural habrá reacomodos en toda la estructura de poder, y ahora particularmente será interesante saber el nuevo juego que habrá de llevarse a cabo, entre los gobernadores priistas y el presidente de México; la expectativa es si podrán los primeros permanecer como caciques estatales, como ocurrió en los sexenios panistas - particularmente en el de Felipe Calderón- o si se someterán al control central, tal como se estila el ejercicio del poder en ese partido.

Más interesante será vivir la relación que tendrá el gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, que al igual que todos los gobernadores y exgobernadores de su partido durante el calderonismo manejaron sus entidades federativas sin contrapeso alguno.

Ahora la cosa puede ser distinta, Rubén como todos los mandatarios estatales, parece que ya tiene jefe; resulta una interrogativa si decide someterse o irse por la libre. Además, el tema de la deuda legal e ilegal - que hizo luego válida el Congreso local- que heredó del sexenio que gobernó su hermano Humberto y que concluyó Jorge Torres, terminó pesando en el electorado urbano del estado, ya que los 3 distritos federales que perdieron el domingo en Coahuila están situados en las 3 ciudades más pobladas de todo el estado. La pérdida de las senadurías de mayoría es también un recordatorio de que la deuda cuenta, ¿a qué otra razón puede dársele?

En Durango tal vez la cosa sea más tranquila para el gobernador Jorge Herrera, él le entrega a Peña Nieto carro completo, por lo que quizá pueda tener una relación más tersa con el centro del poder, pero no se ve que Durango reciba nada extraordinario, ¿por qué habría de serlo? Durango no representa ni el 2 por ciento del padrón electoral en el país, pero al final, no le puede ir peor al gobierno local que con Felipe Calderón. Hay que ver cómo vienen los reacomodos, es lo que sigue.

eirazoqui@elsiglodetorreon.com.mx

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