"Democracia significa
Simplemente golpear al pueblo por el pueblo y para el pueblo."
Oscar Wilde
Urante ocho horas el viernes 3 de febrero el Paseo de la Reforma de la ciudad de México fue tomado por un grupo de unos 40 mil manifestantes, la mayoría maestros de Oaxaca. La movilización afectó a por lo menos 400 mil capitalinos, quizá más. Centenares se veían obligados a bajarse del Metrobús para caminar o correr angustiados. La Policía capitalina, que debería servir a los ciudadanos, hacía cortes a la circulación para proteger a los manifestantes, no sea que fueran atacados por los desesperados ciudadanos; pero con ello complicaba más el tránsito. Nadie puede contabilizar cuántas horas-hombre se perdieron, cuánta gente llegó tarde a su trabajo o escuela, cuántos perdieron ingresos por no hacer una venta, cuántos enfermos sufrieron.
En Oaxaca el 3 de febrero fue el segundo de dos días en que los maestros no acudieron a trabajar. Millones de niños no tuvieron clases por enésima ocasión, profundizando el desastre de la entidad que tiene el peor desempeño educativo del país. Los manifestantes, además, bloquearon accesos a oficinas de gobierno y centros comerciales afectando servicios y ventas. Ninguna autoridad se atrevió a intervenir.
En un México inmerso en un proceso electoral, el movimiento se vuelve político y los ciudadanos afectados son simples rehenes. El jefe de gobierno del Distrito Federal, y futuro secretario de Gobernación bajo Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard, ofreció el 4 de febrero su muy particular "¿Y yo por qué?". Él no puede intervenir, dijo, para mantener abiertas las calles, pero ofreció, eso sí, sus servicios de "mediador" para que el gobierno federal panista pueda dar a los líderes magisteriales todo lo que éstos quieran.
Ha habido ya muchos de estos mediadores en el pasado. Los maestros de Oaxaca tienen mejores sueldos y prestaciones que los de otros lugares del país. Cuentan con aguinaldos de 90 días y tienen, por supuesto, la mejor prestación de todas: recibir su sueldo de manera puntual aunque no se presenten a trabajar. Por eso los líderes pueden conseguir a tantos acarreados: porque la SEP les paga el día mientras que el sindicato los castiga si no acuden a las movilizaciones. Los ciudadanos terminan subsidiando así, a través de los impuestos, el perverso sistema que los agrede.
Por supuesto que es falsa la afirmación de Ebrard de que no puede intervenir. Su gobierno lo hace cuando quiere. ¿O piensa que ya olvidamos que el 9 de noviembre utilizó la fuerza pública para liberar las calles en un plantón del sindicato de pilotos? ¿Y que lo ha hecho en otros casos?
Las fuerzas de seguridad, de hecho, siempre intervienen para evitar que las marchas lleguen a Los Pinos. Los manifestantes pueden bloquear lo que quieran, afectar a cientos de miles o millones de personas, pero nunca se les permite perturbar la tranquilidad de la residencia presidencial.
Los políticos y funcionarios no tienen, sin embargo, de qué preocuparse. Nadie descontará el día al jefe de gobierno o a sus asistentes por no llegar a trabajar debido a una manifestación. Ellos no dependen de la venta que hagan para llevar alimento a casa. Lo que importa en este año electoral es favorecer a los grupos corporativistas que les ayudarán a llevar acarreados a las urnas. Y los sindicatos son cruciales en este esfuerzo.
Los ciudadanos, en cambio, somos simples rehenes en el juego del corporativismo que busca seguir explotando a la gente común y corriente para beneficio de los líderes políticos y sindicales.
AMLO Y SME
"Se necesita definición y ustedes se están definiendo" dijo este 4 de febrero López Obrador a un grupo de militantes del SME y a su líder Martín Esparza. El sindicato no había abandonado su vieja lealtad al PRI para apoyar a Andrés Manuel, quien ha prometido restablecer Luz y Fuerza del Centro. "Nosotros vamos a saber corresponderles" dijo el candidato a los electricistas.
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