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Mario Gutiérrez y su gran corazón

Mexicano está cerca de lograr la Triple Corona

Mario sobre la terraza del Empire State en Nueva York. (AP)

Mario sobre la terraza del Empire State en Nueva York. (AP)

AGENCIA REFORMA

Sobre la terraza del piso 80 del Empire State los fotógrafos acorralan a Mario Gutiérrez. Desde que estuvo Justin Bieber el edificio no ha visto tanta prensa, hay más de 50 camarógrafos formando un cerco apretado alrededor de él.

"Eres el número uno", le grita uno. Mario se rehúsa a levantar el índice en señal de victoria, en vez, cierra el puño y levanta el pulgar.

En cierta forma, Mario es el prototipo del mexicano, bajito, fornido, flaco, moreno con pelo negro. Mide uno 60 y pesa 52 kilos.

"¿Te imaginabas llegar a estas alturas?". El jinete gira su mirada a los edificios que lo rodean, la isla de Manhattan está a sus pies.

"Jamás me imaginé esto", dice con toda sinceridad.

Gutiérrez está a un galope de convertirse en el jockey más famoso del mundo. Sports Illustrated ya tiene la portada preparada, pero sólo si gana la próxima carrera, el Belmont Stakes.

La Triple Corona es la máxima prueba para un caballo y su monta. Ganar el Derby de Kentucky, el Preakness en Baltimore y Belmont en Nueva York. Sólo 11 lo han logrado, ninguno desde 1978.

"¿Mario, cuál es tu secreto?" Encoje los hombros. Difiere la pregunta. "Tengo un caballo maravilloso, todo se lo debo a él".

El inusual nombre del equino, I'll Have Another, se traduce como "Una más" o "la última y nos vamos" frase común para pedir otra copa, aunque su dueño J. Paul Reddam, quien es además profesor de filosofía, insiste en que se refiere a la respuesta que él da a las galletas que hace su mujer.

En El Higo, Veracruz, al norte del Estado, casi frontera con Tamaulipas, el papá de Mario trabajaba en un rancho azucarero. A los 35 años empezó a montar, y Mario se crió en los establos. En 2000, con 14 años, Mario montó su primera carrera por dinero.

"No se imagina lo populares que son las carreras de cuarto de milla", Mario intenta explicar. Hasta que terminó la preparatoria él participaba rutinariamente en estas carreras, que comparado con el Belmont parecen pequeñas -un cuarto de milla, menos de 15 segundos, caballos de rancho- la intensidad y la presión de los jinetes fueron su entrenamiento.

"Uy, sí, yo gané muchas", recuerda el jinete. A los 18 años Mario estaba listo para más y llegó a la capital.

Vivía con una tía. "Me despertaba cada mañana a las 3:30, luego tomaba una especie de taxi que me llevaba al metro, de ahí hacía dos cambios de estación, al hipódromo llegaba dos horas después".

Fue esta insistencia la que llevó a un guardia de seguridad a abrirle las puertas del establecimiento, y su pasión, que poco a poco fueron llamando la atención de los caballistas. Pronto Mario estaba galopando, siendo aprendiz y jockey en el Hipódromo Las Américas. Ya no vivía con su tía, sino con el agente de jockeys Rafael O'Dogherty en un departamento cercano a la pista. Su tesón y talento empezaban a ser reconocidos, así como sus triunfos.

 UN DÍA CAMBIÓ SU VIDA

Una mañana, Terry Jordan, entrenador de caballos nativo de Wisconsin se encontraba en el Hipódromo. Ver a Mario lo cautivó al grado de que lo convenció de emigrar a Canadá a la pista de Hastings cerca de Vancouver, y le ayudó con los trámites. En los seis años que Mario montó ahí, obtuvo un 30 por ciento de triunfos, un buen récord para un jinete.

Durante el invierno, la cuadra de Hastings se muda al norte de California, y en 2012 llegaron a Santa Anita. Ahí, I'll Have Another recién cumplía tres años y estaba listo para probarse en las pistas. Había corrido un par de carreras sin éxito, y su entrenador Doug O'Neil luchaba contra acusaciones de dar a los caballos un brebaje de bicarbonato de sodio para hacerlos más resistentes en la prueba. Ninguno de los jockeys principales de Santa Anita quería montarlo y los secundarios no convencían al dueño.

El agente de Mario, un veterano de la Segunda Guerra Mundial, Ivan Puhich, comenzó a hacer llamadas. Así es como Mario llegó a la grupa del castaño. En su primera carrera las apuestas eran de 43 contra 1. En Kentucky eran 15-1. El Preakness lo ganó por una nariz. Ahora Mario es el favorito 3 a 5.

"Si digo esto, van a pensar que estoy loco, pero yo creo que de verdad me comunico con los caballos", dice el jockey. "Yo los siento, y I'll Have Another tiene un gran corazón".

Vínculo tricolor

El jinete veracruzano Mario Gutiérrez no es el único mexicano que compartiría el éxito de ganar la Triple Corona de la hípica estadounidense si el sábado gana el Belmont Stakes a la monta del I'll Have Another.

Víctor Dávila, quien hace 24 años emigró con sus papás y seis hermanos de Villanueva, Zacatecas, a Ocala, Florida, fue el encargado de enseñar a correr al tresañero.

Tras llegar a Florida, su padre sostenía a la familia vendiendo tacos en la cajuela de su camioneta.

Dávila, jinete de entrenamiento en la finca Eisaman Equine, que compra y vende caballos de carreras, adquirió a I'll Have Another en una subasta en una granja de Kentucky por 11 mil dólares en 2010, cuando el ejemplar tenía un año de edad.

"Era un buen caballo, pero nunca me lo imaginé corriendo el Derby", dijo Dávila en entrevista con Yahoo! Sports.

"Empezamos desde cero, desde acostumbrarlo a correr con la silla y los arreos, correr con el peso de un jinete, a correr junto con otros caballos, a adaptarse a las puertas de salida. Es un proceso que lleva tiempo, paciencia y dedicación", relató.

"Cuando pones a un caballo a correr en compañía de otros es cuando te das cuenta. Lo hice dos o tres veces y no se incomodaba. Cuando le exiges, responde. Sólo un caballo especial hace eso", añadió. Después de entrenarlo, Dávila lo vendió el año pasado en 35 mil dólares a su actual propietario, J. Paul Reddam, y no manifiesta el más mínimo pesar por haberse deshecho del animal. "Tripliqué mi inversión, y yo como de esto. Es parte del negocio. Nunca hay manera de saber en qué se convertirá un caballo", dijo.

Como ganador del Derby de Kentucky y del Preakness Stakes, I'll Have Another ha elevado su valor a más de 2 millones de dólares, y si el sábado completa la Triple Corona, su valor se disparará aún más. Una vez retirado, un ganador de la Triple Corona se convierte en semental. El valor de cada maquila es de hasta un millón de dólares y puede tener hasta 100 maquilas al año. Su valor se puede exponenciar a decenas de millones .

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Escrito en: jockey mexicano Mario Gutiérrez

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