La ciencia. El perfil de quienes como Mario Molina se dedica a la ciencia, aparece registrado en varios espacios culturales y educativos del país.
La labor del investigador mexicano Mario Molina es un ejemplo insigne de la manera en que un estímulo adecuado puede despertar tempranamente vocaciones científicas: el ganador del Premio Nobel de Química en 1995 ha contado que comenzó a interesarse por esta ciencia a partir de los experimentos que hacía con kits de juego en casa o en la primaria.
José Franco López, del Instituto de Astronomía de la UNAM, tuvo sus primeros acercamientos al conocimiento con otra clase de estímulos: "cuando era joven había un cómic, Los Supersabios, que estudiaban y hacían cohetes. Esto definitivamente me generó muchas fantasías y me inclinó hacia el estudio de la ciencia", dice.
"En un número grande de personas, son una serie de cositas las que se suman y empujan para que una vocación científica se desarrolle, aunque obviamente también es importante el apoyo de la familia y el entorno social de conocimiento", añade el vicepresidente de la Academia Mexicana de Ciencias.