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Jacobo Zarzar Gidi

EL AMOR CONYUGAL

Los cambios en la sociedad actual han sido vertiginosos. El hecho de que la mujer se haya tenido que incorporar al trabajo provocó una transformación completa en las estructuras sociales. En las últimas décadas se ha retrasado la edad del matrimonio porque la vida conyugal es hoy más difícil que antaño dado los enormes y veloces cambios producidos en la cultura moderna. Además, se está presentando una gran liberación de las costumbres que nos arrastra a una sociedad más permisiva, hedonista y materialista, que corre el riesgo de devorarse a sí misma. Para complicar aún más las cosas, antes los jóvenes se casaban -sobre todo en Europa- al finalizar el servicio militar, y las chicas que no contraían matrimonio antes de los 25 años se consideraban unas solteronas. Hoy los criterios han cambiado, entre otras cosas porque la mujer, al igual que el hombre, lo que desea es superarse profesionalmente. Esto le lleva a una exigencia adicional. No sólo debe atender su tarea de madre y esposa, sino también la carga de un trabajo.

Cuando se elige pareja, hay que apostar por los valores interiores. La vida es muy larga -y a la vez demasiado corta-, y para llegar a buen término ese viaje en compañía, es fundamental descubrir en el noviazgo lo que verdaderamente importa para que el matrimonio no se destruya cuando aparezcan las crisis. Todo el atractivo y la belleza que un pretendiente descubre inicialmente en la otra persona, con el tiempo desaparecerá, por eso es importante que la joven no sea caprichosa, sin voluntad, engreída, con poca disciplina y sin espíritu de sacrificio; así como también es importante que el hombre sea respetuoso, trabajador, prudente y honrado, que esté decidido a comprometerse en un proyecto de vida conjunto. Cuando se valora en exceso lo puramente externo y se dejan en segundo o tercer plano aspectos como el carácter, la forma de ser, la capacidad de entrega, los valores humanos, las virtudes y la firmeza de unas creencias sólidas, los resultados negativos terminarán por llegar y la vida nos cobrará factura.

El atractivo físico constituye acaso la condición indispensable del amor, pero no es el amor mismo. El verdadero amor consiste en una elección espiritual y una fusión de las almas. Hoy se ha producido cierta banalización de los sentimientos que son tratados de forma frívola, que es síntoma de una civilización enferma que podemos diagnosticar como neurótica. El amor que tenemos a nuestra pareja deberá ir acompañado en todo momento por un amor intenso, activo y sincero hacia Dios, porque, ¿cómo podremos solos hacerle frente a los grandes vendavales que nos envolverán en el futuro?

Estamos viviendo en la sociedad actual un neo paganismo, con la aparición de nuevos dioses como el sexo, el dinero, la soberbia, la indiferencia hacia el dolor ajeno, el poder y el placer. Además hay otros dioses que nos hacen mucho daño, como "las normas morales" que cada quien se inventa, el relativismo y la permisividad -que consiste en tener una gran tolerancia ante conductas desordenadas-, lo permitimos todo, lo damos todo por bueno y restamos importancia a la debacle que estamos viviendo.

El doctor Enrique Rojas, catedrático de psiquiatría y director del Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas, dice en su libro titulado "El amor inteligente", que el amor verdadero implica tratar a la otra persona de forma casi excepcional. Cuando, con el paso del tiempo, se produce la erosión inevitable de la convivencia diaria, es el momento de reaccionar. Si queremos que este amor ilumine de verdad nuestras vidas y sea un buen ejemplo para nuestros hijos, hay que lograr que permanezca atento, fino, generoso, siempre dispuesto a lo mejor". Y añade: "El amor inteligente está integrado por los siguientes elementos que son imprescindibles: corazón, cabeza y espiritualidad. Hay que ser cuidadoso para lograr que sea un proyecto total, que envuelva a las personas y las empuje a aspirar a lo mejor".

"Hoy en día -añade el psiquiatra-, vemos con bastante frecuencia amores intrascendentes, livianos, pobres, interesados tan sólo en lo económico de su pareja, con escasos argumentos, amores que desconocen la grandeza, la profundidad y la complejidad de las relaciones". Comúnmente se dice que "hacer el amor" es lo mismo que tener relaciones sexuales. Semejante error, muy extendido y divulgado en los últimos años, tiene gravísimas consecuencias al estar reduciendo el amor a sexo. Los que vayan por ese camino lo van a tener muy difícil a la hora de establecer una pareja sólida, firme, estable y duradera. Amar es vivir en el otro, desde él y para él. Por eso el verdadero amor es libertad y prisión.

La vida conyugal no es para cobardes, ni para holgazanes, ni para egoístas. Tiene un alto porcentaje de artesanía psicológica; es como una obra de arte que ha de ir tallándose y barnizándose. La alquimia del amor conyugal consiste en un sentimiento y una tendencia que necesitan de la voluntad, la inteligencia, el compromiso y la fidelidad.

El amor conyugal es difícil mantenerlo sin espiritualidad. Lo físico tiende a degradarse con el tiempo, en cambio lo espiritual supera las flaquezas personales y suaviza el desgaste de la convivencia diaria. El trato delicado aviva el fuego del amor conyugal y hace que arda con vigor. Los padres debemos ser los mejores educadores -sobre todo con el ejemplo-, para no tener hijos divorciados. Una gran cantidad de criterios comerciales, hedonistas, reducen y empobrecen la sexualidad. Recordemos que el ser humano vale más por lo que es que por lo que tiene. Navegar sin valores ni principios conduce a un puerto vacío y finalmente al naufragio por falta de dirección.

No tener las ideas claras sobre lo que es la vida en pareja es una de las más graves carencias a la hora de comenzar una convivencia. Es importante no sólo enamorarse, sino mantenerse enamorado, saber transformar los sentimientos, la emoción y la pasión a cierta racionalidad teniendo como elemento de unión la tan olvidada espiritualidad y estar dispuestos a perdonar como dice la Biblia "setenta veces siete" las ofensas recibidas. Un proyecto de vida sólido será el cimiento de un matrimonio estable y duradero.

Cuidar el amor para que no se desmorone es importante, porque con el menor descuido se puede oxidar. Estar al pendiente de los pequeños detalles puede salvar nuestro matrimonio, siempre y cuando seamos fuertes en la batalla utilizando la inteligencia y la voluntad. Se es feliz cuando se hace feliz a la otra persona.

Hoy existe una clara represión contra la espiritualidad, a pesar de que en las creencias compartidas se encuentra el fundamento que nos mantiene de pie. Es preciso contar con una fe grande y unos ideales comunes si se quiere mirar en la misma dirección con esperanza. Da tristeza ver en qué han quedado veinte siglos de cristianismo en Occidente una vez adoptados los valores del materialismo: matrimonios desbaratados, divorcios que lastiman y marcan a los hijos, bodas superficiales que no toman en cuenta el Sacramento del Matrimonio, uniones libres, enlaces a prueba, parejas que tienen la costumbre de decirse mentiras, e infidelidades que manchan las promesas originales.

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