ABOGADA DE LOS IMPOSIBLES
"Sé como el sándalo que perfuma
el hacha que lo hiere".
Rabindranath Tagore
Santa Rita de Casia nació en Casia, Italia, el 22 de mayo de 1381. Su verdadero nombre era Margarita, pero desde muy pequeña le pusieron Rita, y así la siguieron llamando durante toda su vida. Su madre sufría la enfermedad de la esterilidad y por lo tanto no podía tener hijos, pero con mucha oración obtuvo de Dios el prodigio de que le concediera una buena hija. Cuando la niña nació, ya sus padres eran bastante viejos, pero con este suceso milagroso, empezó a demostrar que iba a ser "La Abogada de los imposibles." Desde sus primeros años dio muestras de una gran inclinación a la piedad. Su mayor gusto era dedicarse a la oración y el más grande deseo de su alma era ser religiosa. Pero sus padres dispusieron que debiera contraer matrimonio. Y ella, que siempre fue obediente, aceptó la determinación paterna.
Como sucedía en ese tiempo, la elección no fue hecha por la muchacha, sino por los progenitores, y éstos se equivocaron totalmente al buscarle marido. Únicamente se fijaron en las aparentes cualidades exteriores del individuo y no averiguaron cómo era realmente. La verdad es que se trataba de un verdadero monstruo de maldad. El marido resultó salvaje, mujeriego y de un temperamento ciento por ciento agresivo. Con el tiempo llegó a ser el terror de los vecinos y un continuo agresor dentro de su casa.
Rita soportó constantemente el genio feroz de este hombre durante 18 años, y todo con exquisita paciencia, sin quejarse, sin recurrir a las autoridades civiles para pedir sanciones y ofreciendo todo este lento martirio por la conversión de los pecadores, y entre ellos, el primero, su malgeniudo esposo. Y lo peor de todo fue que sus dos hijos heredaron el terrible genio de su padre y empezaron a salir con malas compañías.
Rita sufría profundamente, pero no podía hacer otra cosa que llorar y encomendarlos a Dios en sus continuas oraciones. Los buenos consejos que ella les daba les entraban por una oreja y les salían por la otra sin conseguir ninguna enmienda. Pero, como la paciencia todo lo alcanza, al fin las oraciones y súplicas de la buena esposa y santa madre encontraron respuesta en el cielo, y el marido se convirtió y le pidió perdón a Rita por todo lo que la había hecho padecer. La conversión fue muy a tiempo y muy oportuna, porque una semana después, los vecinos trajeron a Rita el cadáver de su marido cubierto de heridas. Murió víctima de una venganza motivada por sus andanzas del pasado. Afortunadamente había pedido perdón a Dios en los días anteriores a su fallecimiento.
Sucedió entonces que los hijos que eran también muy violentos, juraron vengarse de los asesinos de su padre. La santa suplicó muy fervorosamente a Dios que no permitiera que sus hijos se convirtieran en asesinos. Dios escuchó su oración de una manera muy especial: los dos jóvenes enfermaron repentinamente y murieron poco después sin lograr cumplir su venganza. Rita, que los asistió amorosamente en su enfermedad, consiguió que antes de morir perdonaran a sus enemigos.
Ya sin esposo y sin hijos, Rita se dedicó a realizar obras de caridad y a pasar largos ratos dedicada a la oración. Deseaba con todo su corazón ser religiosa, pero las comunidades de monjas le respondían que ellas solamente recibían a jóvenes solteras. Fue entonces cuando aprovechó este intervalo de tiempo para llenarse de espiritualidad y dedicarse con esmero a socorrer a los necesitados. Al fin las hermanas Agustinas hicieron una excepción y la aceptaron en la comunidad. Feliz de haber sido admitida como religiosa, se dedicó a cumplir todo lo que mandaban los reglamentos de la Congregación y a obedecer a sus superioras con alegría y prontitud. Un día, la directora, para probar si la nueva religiosa era en verdad obediente, le mandó regar una estaca seca en la huerta. Rita lo hizo así por varios días sin discutir ni protestar.
Desde muy pequeña Rita era devota de la Pasión y Muerte de Jesús. Pensar en la Pasión de Cristo era su tema preferido en la meditación. Fueron muchas las ocasiones en las que mientras recordaba los sufrimientos de Jesús, quedaba en éxtasis sin escuchar lo que los demás le decían. Un día oyó a San Jacobo pronunciar un impresionante sermón acerca de la coronación de espinas y quedó totalmente emocionada. Poco después le sucedió que estando arrodillada ante un crucifijo, meditando en los dolores de Cristo durante su coronación, sintió una luz que salía de la imagen y le llegaba a su cabeza, y desde entonces tuvo una herida dolorosísima en la frente, como la que produce una espina recién clavada. Dicha herida desapareció por unos días mientras fue con sus compañeras a Roma y volvió a surgir cuando regresaron otra vez a su convento. La dolorosa llaga la acompañó los últimos 14 años de su vida. En la comunidad, se dedicó Rita a atender con esmero a las hermanas enfermas y a rezar por la conversión de los pecadores, obteniendo milagrosos prodigios a larga distancia.
Estando ya muy enferma, pidió a una visitante que le trajera unas rosas. No era tiempo de flores, pero la joven fue al jardín y encontró un rosal florecido. La amiga le preguntó si deseaba algo más y la santa le respondió que le gustaría comer unos higos. Ése no era tiempo de cosechar higos, pero al llegar la mensajera al huerto encontró una higuera sin hojas, pero con higos... y los llevó a la enferma. Por todos estos detalles de su vida la han llamado "Abogada de los imposibles" y muchas personas en situaciones difíciles le han rezado a Santa Rita y han encontrado soluciones admirables. Murió el 22 de mayo de 1457, y su cuerpo se conserva incorrupto.
El árbol del Sándalo que menciono al inicio del artículo, es una especie botánica originaria de la India. Al cortar su madera, el hacha queda perfumada. Algo parecido es lo que hacía Santa Rita de Casia al recibir malos tratos de su esposo y de sus hijos. Con oraciones, amor y paciencia, transformó el difícil carácter de aquéllos a quienes más amaba hasta conseguir su conversión. Ella pudo haberlos abandonado, pero le interesó más salvar el alma de cada uno de ellos. Su espiritualidad perfumó día con día las tres hachas que quisieron derribarla pero que finalmente la condujeron a la santidad.
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