LA CONVERSIÓN DEL GRAN RABINO DE ROMA
Israel Zolli, rabino jefe de la comunidad judía de Roma fue uno de los protagonistas de aquellos años terribles y trágicos de la Segunda Guerra Mundial. Hombre de cualidades elevadas, advirtió con antelación el peligro nazi, y luchó para que todos los judíos se escondieran a tiempo. Más tarde pudo haber sido recordado como un héroe si no se hubiera convertido al catolicismo. Después de haber pertenecido a una familia de raíces judías, pidió ser bautizado el 13 de febrero de 1945, tomando el nombre de Eugenio, en reconocimiento a todo lo que el Papa Eugenio Pacelli (Pío XII) había hecho por salvar a sus hermanos de religión judía. Su renuncia al judaísmo fue un acto que hirió profundamente a la comunidad judía mundial. Todavía hoy, 56 años después de la muerte de Zolli, es difícil hablar de aquel suceso sin herir la susceptibilidad de los judíos.
Israel Zoller, su verdadero nombre de nacimiento, era de origen polaco. La madre, perteneciente a una familia de rabinos con más de cuatro siglos, deseaba ardientemente que uno de sus cinco hijos llegara a ser rabino; y su deseo se cumplió, aunque la muerte la alcanzó antes de que el más joven de sus hijos, Israel, fuera nombrado rabino. El joven Israel frecuentó primero la Universidad de Viena, después la de Florencia, donde se doctoró en Filosofía, estudiando a la vez en el Colegio Rabínico. En 1920 se convirtió en rabino jefe de Trieste. En 1933 logró la nacionalidad italiana y, a causa de las leyes fascistas, tuvo que cambiar su apellido de Zoller a Zolli. Obtuvo la cátedra de Lengua y Literatura Hebreas en la Universidad de Padua, pero con la aplicación de las leyes raciales tuvo que abandonar la enseñanza. En 1940 fue nombrado gran rabino de Roma donde desarrolló una misión de paz en la comunidad judía, dividida entre aquéllos que se declaraban antifascistas y aquéllos que, por el contrario, esperaban evitar males mayores ofreciendo una cierta colaboración. Zolli no se fiaba de los fascistas y, por eso, propuso a los líderes de la comunidad que se quemaran los registros y se hiciera huir a la gente. No le creyeron, porque en aquel momento el jefe de la policía, Carmine Senise, daba noticias tranquilizadoras.
Después del 8 de septiembre de 1943, la situación empeoró rápidamente para los judíos. El jefe de la policía alemana en Roma, exigió que los responsables de la comunidad judía le entregaran en veinticuatro horas cincuenta kilos de oro, con la amenaza, en caso contrario, de deportar a todos los hombres de fe hebrea residentes en Roma. La noche de aquel día los judíos habían podido reunir treinta y cinco kilos; faltaban quince. Zolli fue al Vaticano para pedir ayuda al Papa. Pío XII lo tranquilizó, la Santa Sede proporcionaría el oro que faltaba.
A pesar de todo, el 16 de octubre comenzaron las deportaciones. Zolli fue acogido como un padre por dos jóvenes esposos cristianos, de condición obrera. Su mujer y su hija fueron escondidas en un lugar seguro. Tras la llegada de los aliados, Zolli volvió a su puesto de gran rabino, y en julio de 1944 celebró en la sinagoga una solemne ceremonia que fue transmitida por radio, para expresar públicamente el reconocimiento de los judíos al Sumo Pontífice. El 25 de julio pidió y obtuvo una audiencia con Pío XII para agradecerle oficialmente todo cuanto él, personalmente y por medio de los católicos romanos, había hecho a favor de los judíos, abriéndoles conventos y monasterios, para que pudieran ser acogidos y librados del furor de los nazis.
El día de "Yom Kippur", durante la ceremonia en la sinagoga, escuchó una voz interior que le dijo: "Estás aquí por última vez. Desde ahora me seguirás". Se dio cuenta de inmediato que era Jesucristo quien lo llamaba. Ya en los meses anteriores había meditado dar el paso del bautismo, pero no quiso hacerlo durante la persecución nazi.
Tras haber compartido con sus hermanos de religión los sufrimientos de la persecución, a finales de 1944, Zolli escribió al presidente de la comunidad judía presentando su dimisión como "gran rabino". La petición llegó de manera inesperada y causó extrañeza. Le ofrecieron el puesto de director del Colegio Rabínico con un mayor sueldo, pero Zolli rehusó todo cargo.
El 15 de agosto de 1944, Zolli manifestó al rector de la Pontificia Universidad Gregoriana, el jesuita Paolo Dezza, su intención de convertirse al cristianismo. Recuerda el cardenal, que Zolli se presentó con gran humildad y sinceridad diciendo: "Padre, mi petición de bautismo no es un "dame para que me des". Pido el agua del bautismo y nada más. Soy pobre, los nazis me lo han quitado todo; no importa, viviré pobre, moriré pobre, tengo confianza en la Divina Providencia".
El 13 de febrero de 1945, en la capilla contigua a la sacristía de Santa María de los Ángeles, con la presencia de unas quince personas, Zolli fue bautizado por su excelencia monseñor Traglia, vicegerente de la diócesis de Roma. Israel tomó el nombre de Eugenio, en reconocimiento a Pío XII, que tanto se había prodigado a favor de los judíos, y su mujer añadió a su nombre de Emma, el de María.
La conversión levantó un enorme escándalo. El cardenal Dezza cuenta que el nombre de Zolli fue borrado de la lista de los rabinos de Roma, el semanario judío salió con rayas de luto, y la familia fue objeto de llamadas telefónicas cargadas de insultos. Hospedado en la Gregoriana, Zolli recibió numerosas visitas de amigos y enemigos. Vinieron algunos judíos norteamericanos a convencerlo para que volviera al judaísmo, ofreciéndole la suma de dinero que él quisiera, pero Zolli permaneció firme en su propósito.
Hacia mediados de febrero, Zolli fue recibido en audiencia privada por Pío XII. La conversación se desarrolló en alemán. En aquella ocasión, el ex rabino pidió al Papa que si no era posible quitar de la liturgia del Viernes Santo el adjetivo "pérfidos", atribuido a los judíos (antiguamente en la celebración del Viernes Santo se decía: "Oremos a favor de los pérfidos judíos). El Papa respondió que el adjetivo "pérfidos" quería decir incrédulos, sin las connotaciones despectivas que el término tiene en el lenguaje común.
Hombre de estudio, Zolli volvió a su trabajo docente. Fue profesor de Lengua y Literatura Hebreas en el Instituto Bíblico de la Gregoriana, e impartió cursos y conferencias en varias partes del mundo. A quien le acusaba de traición, Zolli respondía: "No he renegado de nada; tengo la conciencia tranquila. El Dios de Jesucristo y de Pablo, ¿no es acaso el mismo Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob? Pablo es un convertido. ¿Acaso abandonó al Dios de Israel? ¿Dejó de amar a Israel? Solo pensarlo es absurdo". Antes de que las fuerzas lo abandonaran, a la edad de setenta y cinco años, Zolli escribió numerosos artículos y también un hermoso libro que tituló "Antes del alba".
En la actualidad, los judíos están presionando al Papa Benedicto XVI para que no canonice al Papa Pío XII porque según ellos no hizo lo suficiente por los hebreos durante la Segunda Guerra Mundial. El testimonio de Eugenio Zolli y de muchas otras personalidades, dicen todo lo contrario.