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McCartney hizo el amor en el Zócalo

Gran angular

RAÚL RODRÍGUEZ CORTÉS

Fue una explosión de euforia seguida de los sencillísimos acordes de un piano que conocen y cantan las tres generaciones a las que han acompañado: "Tú dices sí, yo digo no, tú dices detente, yo digo vamos". Paul McCartney rasga la guitarra y sigue: "¡Oh nooooo, nooo... Oh noooo!". Y unas cien mil voces corean: "Tú dices adiós y yo digo hola". La euforia es grito, canto, llanto, balie. La multitud en la plaza de la Constitución se mueve como una gigantesca onda luminosa donde cada cabeza es una lucecilla: "¡You say good bye and I say hello!".

Tú dices adiós y yo digo hola. Es el beatle Paul en un evento masivo del que no se alcanzan a ver precedentes en el DF. Un gran recital gratuito para los chilangos, ésos de los que el músico dice que son a toda madre.

La majestuosa Catedral está a espaldas del escenario. La tecnología permite ver a sus torres como una prolongación de dos monitores gigantes que reproducen la carismática imagen de ese hombre delgado y ágil, de pantalón negro, camisa rosa y casaca roja que remiten al Sargento Pimienta y su banda de "Corazones solitarios". Pero nadie, ahí, está solo. Todos están juntos en cuerpo y alma, seducidos por la magia de ese británico, caballero de la reina para más señas, al que la afectación natural de su cultura, le dio licencia, fascinado como estaba por esa explosión eufórica, de gritar "¡Viva México, cabrones!", saludo que lo hermana con una multitud que suda a borbotones felicidad, ese tan escaso sentimiento en nuestros tristes tiempos de hoy.

A las 8 pm del 10 de mayo, el aforo de la principal plaza del país está completo; 80 mil, 90 mil almas, qué más da: es una multitud impresionante cuyo murmullo sube y baja, y que de pronto crece como un tremor al que tan acostumbrados nos tiene en estos días el Popocatépetl.

Entonces ese tono alcanza decibeles excepcionales. De una de las suites del hotel Majestic (todas ocupadas por quienes pagaron, al igual que por las del Gran Hotel de la Ciudad de México, hasta 50 mil pesos), descuelgan una manta que dice: "Peña Nieto, me comprometo y cumplo". Los primeros en verla gritan con el puño en alto: ¡fuera, fuera! Se suman aquellas 80 mil, 90 mil voces, seguidas de mentadas y rechiflas. Ni 90 segundos dura la manta. Fue expulsada al grito de ¡AMLO, AMLO!

A la derecha, majestuosamente iluminado, el Palacio Nacional donde Calderón y familia se disponían a ver el concierto. Ebrard, el promotor, hace lo propio en el antiguo Palacio del Ayuntamiento con su esposa Rosalinda.

A las 9 pm en punto llegaba a su fin la espera de casi tres días para muchos que durmieron cerca del Zócalo; y de toda una vida para otros que sólo así, gratis, podrían verlo. "Hello, goodbye" dio paso a "All my loving", otro éxito de siempre de Los Beatles. En 20 de noviembre y Pino Suárez la multitud que no pudo entrar a la plancha no perdía detalle en las pantallas y brincaba frenéticamente mientras cualquier chica cantaba a cualquier chico que en lo que ella se convertía en estrella de cine él podía conducir su auto: Baby you can drive my car... y quizás te ame.

El ambiente estaba ya en la cima cuando llegó el mariachi Gama Mil. Paul canta con una energía inimaginable en quien está por cumplir 70 años: "Molly le dice a desmond obladí obladá la vida va sobre un bra, la la la la vida va". Sí, es Obladí obladá cantada en mariachi y aquello es la locura; 80 mil, 90 mil, qué más da, cantan y bailan. La vida va.

Cambio de velocidad. Se hace el silencio. Sólo se escucha el piano de Paul. Es "Long and winding road", el largo y sinuoso camino, ese que conduce a la puerta de tu casa, ese que nunca desaparecerá, ese camino que ya había visto antes y que siempre llegará a la puerta de tu casa. Niños, adultos, ancianos cantan emocionados, igual que lo harán con "Something", ese Algo que recordó a Harrison) y "Let it be", Déjalo ser, un tributo a Lennon.

"Hey Jude" calienta el camino hacia el éxtasis: No me dejes caer, canta una canción triste y hazla mejor. Y después la explosión: "Live and let die", Vive y deja morir, rematada por la pirotecnica que corona Catedral e ilumina la noche.

Nada parece preocupar a esas 80 mil, 90 mil almas, qué más da. La inseguridad y la violencia desaparecen de momento de su mente, pero desean que sea para siempre. Y no hay mejor himno: "All we are saying" (Todo lo que pedimos), "Give peace a chance" (Denle una oportunidad a la paz). ¿Quiénes se burlan de que nos haga falta un ánimo amoroso y pacífico, quiénes niegan que la felicidad sea políticamente correcta y socialmente sana? Sólo los necios. Pero hasta ellos tienen o tuvieron sueños, sueños dorados, "Golden slumbers". Es la que le cantaba a mis hijos y ahora cantan conmigo: Sueños dorados llenan tus ojos, te despiertan sonriente; duerme mi niño(a) no llores, que yo te arrullaré con una canción de cuna. Y luego The end: "Y al final el amor que tomas es igual al amor que haces". Tal es la ecuación. Sí, fue un concierto amoroso, feliz.

(rrodriguezangular@hotmail.com);

(twitter: @RaulRodríguezC).

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