Ejemplo. Uno de los grupos de Teatro de Medellín en los años 90.
En los años noventa, Pablo Escobar desde un helicóptero arrojó volantes que advertían a la gente la prohibición de salir a la calle después de la 9:00 de la noche, so pena de ser asesinados. La respuesta, el Grupo de Teatro Matacandelas, empezó a programar funciones a las 12:00 de la noche en espacios públicos de los barrios. ¿Quién ganó? El teatro, las funciones se llenaban.
Es como Luis Miguel Úsuga, exsecretario de Cultura de Medellín, en la administración que terminó hace un semestre, inicia emocionado un recuento del proceso de transformación social que atravesó esta ciudad, famosa por ser la sede del Cártel de Medellín liderado por Pablo Escobar en los años 90.
Para muchos Medellín no ha dejado de ser una ciudad violenta. Cuna de organizaciones criminales y plaza importante de los cárteles colombianos de la droga. Pero lo que sí es una realidad, es que en esta ciudad de 2 millones de habitantes, la violencia ha tenido que aprender a convivir con el arte y la cultura.
"Yo creo que la gota que derrama el vaso, y puede que sea lo que está pasando en México, es que llega un momento en el que la gente es indiferente a la muerte, y empieza a justificar los homicidios, si lo mataron es que algo debía, o se están matando entre ellos".
Úsuga Samudio explica cómo la población de las comunas nororientales de Medellín, lograron entender que la violencia por sí misma es una manifestación de la cultura, el hecho de reflexionar sobre esa forma de tramitar las diferencias sociales o de clase.
"Cuando se publican libros, se filman películas o se compone una canción, se muestra una fotografía de lo que está sucediendo, como cuando un alcohólico empieza a solucionar su problema a partir del momento en el que identifica que es alcohólico".
El promotor advierte además sobre pensar que el problema es solamente la policía, o las instituciones judiciales, donde hay un alto grado de impunidad, porque señala por su experiencia, que cuando existen fenómenos masivos de violencia, ésta tiene mucho más que ver la actitud de las personas.
EL INICIO
"La denuncia que hicieron muchas de las organizaciones culturales independientes de Medellín, por lo cual muchas tuvieron que huir de la ciudad, al ser perseguidos por los narcotraficantes, fue el inicio de todo. Pero fue a partir de proyectos culturales poderosos y el trabajo con las comunidades, cuando inició la transformación social".
Recuerda que los proyectos donde el arte y la cultura, fueron el lenguaje contra las balas, ofrecieron resultados, efectivos, directos que fueron vistos por la Consejería de la Presidencia y es en ese instante cuando el gobierno se conecta con una parte de la solución.
LA ACCIÓN
Uno de los problemas que señala, el colombiano, es que la cultura ha sido entendida como las bellas artes, exclusivo de gente de mucho dinero y muy inteligente, a la que no tienen acceso no "los pobres, ni los brutos", que no entienden la ópera, o la danza contemporánea.
"Ya cultura pasa por estas manifestaciones, pero también pasa por el mariachi, el hip hop o el circo, que son formas importantes de comunicación. En los sitios de Medellín donde hubo más violencia, se hicieron parques, bibliotecas, con una oferta cultural muy rica, espacio para que la gente conviviera, se encontrara y entonces matamos el miedo".
Úsuga reconoce al arte como una herramienta poderosa, pero no por sí sola, ya que la importancia de hacer un edificio, poner libros, computadoras, Internet, tarima, es la que lo determina, desde el guión de la convivencia.
"Ahí nueve parques biblioteca, con 36 equipamientos, en los sitios más bravos de la ciudad, y no tienen ni una sola pinta, no los han rayado, nunca se han metido los ladrones ahí. El proceso de Medellín parte de la comunidad, las organizaciones culturales salen de la sociedad y luego conversan con el gobierno, que llegó a poner lo que la misma comunidad pidió".
Espacios de convivencia y reflexión, que fueron más agresivos que la mirada indiferente de los sicarios, los balazos y el estridente ruido de sus motocicletas. Violencia que vencieron los talleres de literatura, conciertos, funciones de teatro y en general una larga y permanente programación.
"La demanda de estos espacios fue enorme, nuestra meta en la pasada administración es que pudiéramos ofrecer 4 millones de servicios, y superamos los 20. La demanda fue enorme porque partió de sí misma, cuando las soluciones son impuestas no funcionan. En estos lugares se revaloró el concepto de espacio público, comunitario, es decir de la comunidad no de gobierno".
UNA REALIDAD
No fueron alcaldes como Sergio Fajardo y Alonso Salazar, los que iniciaron este trabajo, fue la comunidad, desde mucho antes que ellos fueran políticos, explica Úsuga, lo que pasa es que en las administraciones de estos mandatarios se contó con la voluntad política para apoyar a quienes ya estaban trabajando.
Por eso los parques biblioteca, fueron construidos donde la comunidad pidió, los talleres y la programación de estos centros culturales la realiza la misma comunidad, y en cierta medida, el cuidado y responsabilidad en los mismos depende de su comunidad, que decidió reemplazar tristeza por sonrisas, como lo definieron los mismos urbanistas.
"Ahora, como se traduce la voluntad política, pues en presupuesto. Medellín en la pasada administración destinó el 5 por ciento de su presupuesto al tema de cultura. Una ciudad de dos millones de habitantes, con más presupuesto en cultura que la Ciudad de México, sólo nos superaba Buenos Aires".
Superar al modelo de identidad del individuo violento, que anda en moto, lleva un arma y siempre trae dinero y mujeres sin hacer nada, cuesta trabajo, y según el exsecretario de Cultura es más fácil cuando el arte como lenguaje seduce a un joven, al ofrecerle un medio de expresión, ya que la cultura genera respeto.
EL DISCURSO
El gestor cultural comenta que se debe tener cuidado, para que no se confunda el discurso con la realidad. En Medellín se conjuntó la voluntad política de un alcalde matemático, Sergio Fajardo, y la de su sucesor que es escritor, Alonso Salazar, eso permitió que quienes realizaban acciones culturales tuvieran apoyo.
"Los gobiernos que apoyaron el tema, nos reunieron a quienes ya estábamos haciendo cosas en la calle en los años 90. Entendimos que la cultura es más que una cosa para recrear o entretener, no repetimos factores de segregación social en las ciudades".
El colombiano señala el segundo momento clave de esta transformación social, al instante en que la cultura dejó de ser esa parte del discurso que adorna candidatos, que los hace quedar bien, ya que la población fue la primera que entendió su importancia y su impacto.
"Uno escucha mucho a los gobernantes locales e incluso a los presidentes hablando de la cultura, como una cosa que va a salvar a la gente de la violencia. Pero cuando se trata de hacer, la voluntad se expresa en dinero, no tiene vuelta de hoja, es más fácil que un gobernante local haga una inversión cuando tiene un respaldo popular".
Luis Miguel Úsuga, quien durante años ha trabajado en los barrios que fueron tomados literalmente por el narcotráfico, la guerrilla y los paramilitares, se abstiene de hacer diagnósticos sobre México. Por desconocer su realidad inmediata, regional y social.
Comparte su experiencia como un testimonio. "El narcotráfico no se va a terminar, pero no nos podemos matar, ni sentar a ver cómo se matan los otros".
CORTESíA
El modelo a seguir
Para Jairo Castrillón, uno de los promotores culturales que desde los años 90 trabaja en los sectores más peligrosos de Medellín. México tiene una oportunidad, apostarle al modelo político de Álvaro Uribe, que dejó en Colombia miles de muertos, grupos paramilitares, delincuencia organizada y otros fenómenos delictivos, o apostarle al modelo de Sergio Fajardo, que además de sensibilizar a la ciudadanía, le crea lazos a través de la cultura.
"Yo creo que México debe tener cuidado, la violencia no se combate con más violencia sino con un modelo integral. Para Colombia fue nefasto el gobierno de Uribe. Un gobierno donde hubieron más de 30 mil desaparecidos oficialmente. Por eso creo que el general Óscar Naranjo, ex director de la Policía Nacional de Colombia, no es el mejor consejero que pudo haber seleccionado el presidente electo de los mexicanos Enrique Peña Nieto", dijo el promotor cultural colombiano.