Algunos analistas tienen desde fines del año pasado la expectativa de que Banco de México (Banxico) está próximo a reducir su tasa de interés de referencia. Así previeron en noviembre de 2011 y lo han vuelto a hacer en cada una de las juntas de este año.
La apuesta más notoria en ese sentido fue durante el mes de abril, cuando se redujo sensiblemente el flujo neto en la tenencia de valores gubernamentales en poder de extranjeros, que pasó de 72 mil millones de pesos (mmp) en enero, a sólo 7 mmp durante los primeros 20 días de abril.
Algunos operadores financieros en el país también esperaban ese movimiento, puesto que tomaron posiciones buscando beneficiarse del mismo. Esta apuesta, sin embargo, debió costarles dinero, porque la Junta de Gobierno de Banxico decidió el 27 de abril mantener en 4.5 por ciento la tasa de interés objetivo (interbancaria a 1 día), que permanece en ese nivel desde julio de 2009.
La expectativa de una disminución en la tasa de interés de referencia de Banxico desde la segunda mitad del año pasado se debe, esencialmente, a dos razones. Primera, a que la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos (EU), ante la fragilidad de su recuperación y las amenazas provenientes de la crisis de deuda soberana europea, decidió en agosto de 2011 que la tasa de los fondos federales permanecería en niveles excepcionalmente bajos "al menos hasta mediados de 2013".
Esto abrió la puerta para la segunda razón, esto es, que Banxico en su anuncio de ese mismo mes de agosto comenzó a insinuar también la posibilidad de relajar su política monetaria. En octubre siguiente volvió a hablar de esa posibilidad "en un contexto de gran lasitud monetaria en los principales países avanzados".
Banxico, de hecho, no ha descartado un posible relajamiento, en especial después de que en enero pasado la Fed extendiera el tiempo prolongado en el que mantendría baja las tasas de fondos federales, ubicándolo ahora "hasta finales de 2014".
El comunicado de Banxico del mes de marzo vino a reforzar la expectativa de una inminente disminución de tasas, al señalar que podría relajar su política "ante la gran lasitud monetaria en los principales países avanzados y emergentes".
La depreciación del peso y el repunte de la inflación en el último trimestre del 2011 evitaron, muy probablemente, cualquier cambio en la política monetaria de Banxico a fines del año pasado. Sin embargo, el peso se apreció significativamente a principios del año y la inflación anual comenzó a reducirse en febrero.
Esos factores, junto con la reiteración de Banxico en enero y marzo que podría relajar su política monetaria, intensificaron la expectativa de una baja en la tasa de interés objetivo en abril pasado, lo que se tradujo desde principios de marzo en una ligera depreciación de nuestra moneda, ubicando la cotización del dólar por arriba de los 13 pesos.
No debe extrañar, por tanto, que la presión sobre el peso se redujera tan pronto se supo que Banxico dejaba sin cambio su tasa de referencia, cuando los intermediarios financieros que esperaban una baja tuvieron que cerrar sus posiciones.
¿Qué podemos esperar para delante?
La posibilidad de una reducción de la tasa de referencia de Banxico sigue vigente. Las condiciones del entorno que aumentan la probabilidad de que ocurra son dos. Primero, el compromiso de la Fed de mantener su tasa baja por varios años y, segundo, una inflación en descenso y convergiendo en estos meses hacia la meta oficial del 3 por ciento.
La insistencia de Banxico en el tema me lleva a pensar, por tanto, que no sería raro que decidiera bajar su tasa de referencia en alguna de sus próximas reuniones. Eso, desde mi punto de vista, sería un error.
Primero, porque no existe la necesidad de hacerlo. Un banco central reduce su tasa de referencia para estimular en el corto plazo el uso de recursos ociosos en la economía, siempre que eso no cree presiones inflacionarias.
En nuestro caso, el crecimiento de la economía durante el primer trimestre muy probablemente superó el 4 por ciento, lo que se encuentra por encima de nuestro ritmo de crecimiento sostenible en un ambiente de estabilidad de precios en el mediano y largo plazo.
En dicho contexto, se antoja innecesario que Banxico reduzca su tasa de referencia, que además sería una acción pasajera, y corra el riesgo de propiciar un crecimiento más acelerado de los precios.
Segundo, porque la depreciación del peso ante los resultados electorales en Francia y Grecia confirmó la sensibilidad de nuestra moneda ante la inestabilidad europea. La volatilidad en los mercados de divisas es tal que una reducción de tasas aumentaría la vulnerabilidad del peso y pudiera también, a la postre, alimentar las presiones inflacionarias.
Lo mejor, por ahora, es no moverle.