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Mentir para ganar

JORGE ZEPEDA PATTERSON

 C Alumnia que algo quedará, dice el viejo y perverso adagio. Quizá por eso las campañas negativas son tan eficaces en la política. No hace falta tener razón, basta un ingenio corrosivo y una buena producción para poner en jaque a la mejor propuesta electoral. Por la misma razón que las buenas noticias no venden portadas de periódicos y la maledicencia sobre el prójimo sigue siendo el mejor material para una conversación sabrosa, los mensajes de una campaña sucia tienen mayor potencial de retención y propagación que la mejor de las ideas de gobierno que pueda esgrimir un candidato.

Las canciones de amor son bonitas y románticas, pero las de desamor son más dramáticas y conmovedoras, como bien confirman los éxitos de José Alfredo Jiménez o cualquier buena sesión de cantina. Es la naturaleza humana; un alud de elogio puede ser embriagador, pero basta una crítica punzante para destruir la mejor de las atmósferas. Dicen los biólogos que nuestra psique reacciona de manera más intensa a los escenarios negativos que a los positivos porque los primeros son alarmas que detonan mecanismos de protección y supervivencia frente a un potencial riesgo.

En otras palabras, las campañas negativas son inevitables porque son eficaces. Mejor no asustarse. Incluso hay una parte útil en todo este asunto. Las campañas de contraste ayudan a un mejor debate de los temas. Después de todo la idea es que un candidato pueda convencer a la comunidad de que sus propuestas son mejores que las de los demás, y para eso necesita contrastar y cuestionar el programa ajeno.

Hillary Clinton hizo el famoso anuncio de campaña de la llamada a las 3 de la madrugada para cuestionar la falta de experiencia de Obama en asuntos de seguridad y manejo de crisis: ¿A quién prefiere usted tener como presidente cuando entre esa llamada de emergencia? Era un argumento válido, que daba cuenta de un contraste real entre ambos candidatos.

El problema es cuando los adjetivos descalificativos sustituyen a la argumentación. Todo intercambio de ideas deja de ser útil cuando en lugar de cuestionar la veracidad y la lógica de la argumentación del rival, se cuestiona su legitimidad. "No se si tienes razón o no, ni importa, porque tu eres un imbécil" sería la síntesis de este tipo de confrontaciones. El "Cállate Chachalaca" de López Obrador hace seis años, estaba animado por ese espíritu descalificador, y la construcción del "peligro para México" fue una respuesta en el mismo sentido, aunque multiplicada exponencialmente.

Es más fácil generar un voto en contra de alguien que un voto a favor. Para el PAN resulta mucho más fácil atacar las debilidades de Peña Nieto que demostrar que hay materia presidencial en Josefina Vázquez Mota. Yo estoy convencido de que buena parte de la parálisis del gobierno actual reside en el hecho de que el triunfo del PAN obedeció más a una votación en contra de López Obrador que a favor de Felipe Calderón. Difícil gobernar cuando los ciudadanos no votaron por ti, sino en contra de otro.

Así pues, las campañas críticas son útiles, pero cuando son demasiado sucias pueden llegar a ser contraproducentes. Primero, porque suelen desencadenar represalias y descalificaciones. Exhibir o inventar debilidades ajenas en un debate, inexorablemente orienta los reflectores a las propias. Más tardó el PAN en hacer la primera crítica a Peña Nieto, que el PRI en lanzar un verdadero bombardeo de las inconsistencias de Josefina con respecto de los pisos firmes construidos.

Segundo, cuando la crítica es muy desproporcionada puede ser vista como ilegítima o de mal gusto. En el primer intercambio de ataques me parece que los priistas salieron ganando porque mientras que el anuncio del PAN estaba encabezado por un adjetivo personalizado, "Peña Nieto es un mentiroso", la respuesta del PRI decía "Miente" con una imagen de Josefina. La diferencia parece sutil pero es fundamental. El primero descalifica a la persona (mentiroso), el segundo cuestiona el argumento de la candidata (miente). Los expertos aseguran que es mejor no hacer un juicio de valor en el ataque, sino simplemente describir el hecho. Son los electores los que deben hacer ese juicio de valor.

El asunto apenas comienza. La brecha entre Peña Nieto y el segundo y tercer lugar es tal que podemos estar seguros que las campañas sucias serán vistas como el recurso más socorrido y desesperado para tratar de cerrar esa brecha. Sólo espero que la conversación pública no salga demasiado dañada de tal estercolero. Después de todo, uno de los tres será el próximo presidente.

www.jorgezepeda.net

@jorgezepedap

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