México desmemoriado
Lo escuchamos y también lo decimos: “Los mexicanos no tenemos memoria”; esto se dice porque continuamente vemos cómo se repiten situaciones que nos perjudican, con nuestra implícita autorización. ¿Será que en verdad olvidamos lo que sucede en el entorno?
Durante generaciones se ha dicho que los mexicanos carecemos de memoria, concretamente de ‘memoria histórica’ y por esa razón, solemos repetir un determinado patrón de conducta que nos acarrea escenarios negativos. Olvidamos con gran facilidad lo malo que nos sucede, o al menos eso parecemos demostrar, ya que un día nos quejamos de ciertas circunstancias y al otro somos nosotros mismos quienes favorecemos su reiteración.
De hecho la etiqueta de desmemoriados suele aplicársenos fundamentalmente en tres grandes rubros: política, adquisición de servicios y una actitud ambivalente respecto a nuestra visión de los Estados Unidos. Pero ¿tiene que ver realmente la capacidad de retener el recuerdo de esas cuestiones?
¿AMNESIA POLÍTICA?
El primer ámbito en el que se nos acusa de ‘amnésicos’ es en materia de política, pues a pesar de que continuamente nos quejamos de las acciones de los diferentes institutos públicos, o bien del modo de proceder de quienes ocupan un cargo dentro de las instancias gubernamentales, hacemos poco o casi nada por asumir una conducta proactiva que contribuya a un verdadero cambio en este aspecto. Se critica entonces que aseguramos estar inconformes con la actuación de esas personas y organismos, mas permitimos que sigan al frente.
No obstante, podemos observar con gran claridad cómo ante las situaciones que resultan intolerables para la sociedad civil, la gente alza su voz y se pronuncia en contra de aquellas decisiones de carácter político con las que no está de acuerdo. Y no se trata de algo nuevo: históricamente los mexicanos hemos reaccionado con gran encono frente a toda acción política que pueda afectar nuestros intereses, sean de carácter económico, religioso, político o social.
Ejemplos: los movimientos de 1968 y de 1971, que no fueron producto del arrebato de una generación de estudiantes; en realidad, tuvieron una vastísima representación de amplios grupos de la comunidad: intelectuales, personas de clase media, campesinos y obreros. No obstante, ambos casos fueron reprimidos brutalmente y ello produjo un inmenso miedo general. Esto nos permite ver que el pueblo sí tiene memoria histórica.
Otra muestra son los sucesos de la última década. La gente se ha manifestado vehementemente ante la situación de deterioro y resquebrajamiento del tejido social, reaccionando de diversas formas. Basta recordar al Movimiento por la paz, con justicia y dignidad, encabezado por el poeta y periodista Javier Sicilia, así como el Yo soy 132, los dos surgidos en respuesta a la situación que prevalece actualmente.
Es probable que cuando alguien afirma contundentemente que “somos desmemoriados” ignore o no tome en consideración que el enorme y robusto aparato de Estado tiene un gigantesco poder de control, opresión y represión, y que a través del uso y manejo de una estrategia basada en tácticas de distracción y disuasión, es capaz de desarticular casi cualquier cosa. Eso ha sido precisamente lo ocurrido con los jóvenes de Yo soy 132, cuya imagen quedó desvirtuada tras ser absorbidos por el citado aparato de Estado.
SERVICIO DESPRESTIGIADO
Los malos servicios por parte de distintos proveedores están a la orden del día. Dos ejemplos comunes: los precios y fallas de las compañías telefónicas tanto de líneas fijas como de celular (Telmex, Telcel, Movistar), o de televisión por cable o satélite (Megacable, Cablevision, Sky).
Así, continuamente nos quejamos de la baja o nula calidad que obtenemos de su parte, de la incongruencia ante sus tarifas. Pero no hacemos algo por remediar la situación, ni cancelamos nuestro convenio con ellos.
Sin embargo, es justo afirmar que los mexicanos nos hemos convertido en un pueblo cada vez más exigente en la demanda de calidad en los servicios. Como prueba de ello, hay que echar una mirada a las diferentes empresas y ver salas de espera atestadas de gente que hace fila para presentar sus quejas o suspender su contrato. Y aunque la oferta en estos ramos es limitada, cada vez más personas ‘castigan’ a un mal proveedor cambiándose a otro, lo cual es resentido por las empresas, que poco a poco se están viendo presionadas a enmendar sus errores. Aun así, es sólo un segmento de la población el que adopta esta actitud. Son minoría quienes analizan que, como clientes, tienen un cierto poder sobre las compañías que prestan servicios, incluso a menudo la gente actúa como si éstas le hicieran un favor. En consecuencia, los avances son lentos.
LOS DETESTO, PERO LOS VISITO
Es probable que haya notado la relación de ambivalencia que como mexicanos observamos hacia los Estados Unidos. Se señala que numerosos compatriotas acostumbran ir allá de vacaciones, de compras o a buscar atención médica, y al mismo tiempo muestran un enfático desprecio hacia dicho país.
En ese sentido, es necesario distinguir entre lo que significa viajar con los fines ya citados, y el profundo sentido que tiene para cualquier mexicano mantener una postura analítico-crítica, en relación con las acciones que la Unión Americana (o cualquier otra nación) pretenda poner en marcha en México, sobre todo en lo concerniente a aquellos asuntos que eventualmente puedan comprometer la soberanía y la independencia en materia económica, política e ideológica.
Por otro lado, resulta desconcertante que pese a ser muy conocido el mal trato que recibe la generalidad de los inmigrantes en suelo norteamericano, un sinfín de nuestros compatriotas continúa buscando la manera de instalarse allá. Se percibe así que la gente deja de lado los antecedentes negativos frente a la expectativa del “sueño americano”, entendido éste como mejores oportunidades económicas o, más recientemente, de una existencia más tranquila.
MEMORIA EN CONSTRUCCIÓN
En la medida en que los mexicanos nos hemos liberado del paternalismo (forma sublimada de sometimiento y opresión), hemos sido capaces de actuar en forma más madura, firme y consistente. Nos encontramos de frente a una nación diferente. No es viable pretender gobernar, dirigir o atender a las demandas y exigencias de un pueblo nuevo, con los criterios y las fórmulas del pasado, he ahí uno de los errores más graves en que han incurrido los gobiernos mexicanos de los últimos tiempos. En cuanto a la conducta que los prestadores de servicios suelen observar hacia sus clientes, aplica lo mismo. En suma, actualmente las personas son conscientes de su valor, del que tienen el dinero, el tiempo, la salud, y de sus derechos.
No podemos hablar de la ‘cultura mexicana’ como si fuera un compartimento fijo e inamovible, ni generalizar sobre la existencia de una cierta uniformidad en la conducta nacional. Antes bien, es necesario entender que el país es un gran mosaico pluriétnico, pluricultural y pluriecológico, en el cual coexistimos 112 millones y medio de individuos.
Visto desde la lente de la razón pura, los mexicanos somos y habremos de ser una comunidad cada vez menos sumisa, menos tolerante ante la falta de transparencia, de capacidad de respuesta y de políticas de calidad claras en todos los ámbitos.
Desde su génesis, nuestra sociedad ha sido muy poco proclive al olvido; por el contrario, vivimos obsesionados con nuestra historia y es justo esa característica la que ha dado lugar al surgimiento de guerras, movimientos, manifestaciones y una gran cantidad de formas de protesta, que muestran a un ‘nuevo México’ al cual le resulta imposible permanecer ciego. Por eso se expresa a través del grito exasperado del cliente mal atendido, del ciudadano maltratado por los servidores públicos, de los trabajadores que cumplen con esmero sus labores porque creen en sí mismos y en sus capacidades, mas hacen oídos sordos a cualquier forma de discurso ideologizante.
¿Es acaso el pueblo mexicano algo más que un montón de patatas metidas en un costal? Terrible error si alguien insiste en pensar esto.
Correo-e: Leonor.Dominguez@iberotorreon.edu.mx