Leí a Andrés Lajous y a Gerardo Esquivel justificar sus votos a favor de AMLO. Como inteligentes hombres de izquierda, justifican su decisión sin dejar de mencionar su inconformidad con algunos aspectos de la propuesta del candidato. Me parece que el ejercicio es valioso. Como bien apuntó Carlos Bravo en un estupendo artículo, difícilmente existirá un candidato que no nos genere dudas, por lo que bien vale votar por quien nos genere dudas con las que estamos dispuestos a convivir. El problema, en mi caso, es que seleccionar cuál duda me genera menos conflicto ha sido un proceso profundamente complicado.
Comienzo por lo fácil. No puedo votar ni por Quadri ni por Josefina. Creo que es más factible una reforma educativa profunda si el SNTE no tiene un partido político para chantajear a las autoridades y creo que tras doce años de desgaste y magros resultados es sano que el PAN regrese a la oposición. Me quedo pues ante la disyuntiva de elegir entre las dudas que me causan EPN y AMLO. No sé si Peña logrará desvincularse del sector más rancio, clientelar y corrupto del PRI, y no estoy seguro de que el ala moderna y dispuesta al consenso de la izquierda mexicana logrará dominar la agenda de AMLO.
En otras palabras, confieso que EPN y las ideas de algunos miembros destacados de su círculo cercano me atraen. Mirando detrás de la crítica fácil, veo a un priista dispuesto a romper dogmas (como plantear la participación del sector privado en Pemex), a plantear ideas ambiciosas (como una reforma fiscal para financiar una política de seguridad social universal) y capaz de exigirle cuentas a las ovejas descarriadas del partido (como su velada 'sugerencia' para que Moreira dejara la directiva del partido).
Sin embargo, me pregunto si el poder que brinda la Primera Magistratura será suficiente para que Peña actúe con verdadera independencia frente a los intereses que lo han impulsado hasta ahora y que en buena medida han evitado que muchas de sus propuestas y compromisos se hayan materializado antes.
Esta duda me inclinó a considerar un voto por AMLO. Con ese ánimo escuché con atención sus participaciones en el programa Tercer Grado y en los tres debates presidenciales. Abrí mi mente y honestamente quería salir convencido, pero esto simplemente no sucedió. Comparto los sentimientos del candidato de la izquierda, pero me preocupa profundamente la forma en que pretende transformarlos en políticas. Para eficientar la administración, promete bajarle el sueldo a los funcionarios. Para hacer más competitivo al país, parece dispuesto a incrementar los subsidios a las gasolinas. Para abrir el camino hacia la equidad, ofrece someter a consulta los derechos civiles. Aunque los objetivos son correctos, sus recetas me parecen equivocadas. Pero esto no es tan grave como el hecho de que AMLO no parece dispuesto a revisar premisas que su mente ha convertido previamente en dogmas.
Con muchas dudas, pienso votar por Enrique Peña, porque creo que es más posible que él y su equipo cercano puedan dominar a los intereses del priismo bronco, a que el equipo que rodea a AMLO logre convencerlo de ajustar la ruta cuando esto sea necesario. Puedo estar equivocado, pero supongo que un Presidente priista tendrá mejores elementos para ajustar el dispendio y los abusos que ocurren en muchos estados, como en el mío, mientras que dudo que la izquierda moderna logre evitar algunos de los dispendios y abusos que probablemente resultarán de las políticas que AMLO ya ha anunciado.
AMLO tuvo seis años para plantear no sólo que quería cambiar en el país, sino también para decirnos cómo. Y lamentablemente, tras buscar contenido dentro de su república amorosa, encuentro poco más que una repetición del discurso de hace seis años. Estoy seguro que habrá muchos que disientan conmigo, y que vean en Peña fallas mucho más graves que las que yo aprecio. Quizá mi reflexión está influenciada por el hecho de haber sido funcionario en Gobiernos priistas, rodeado por gente honesta, patriota y comprometida, y por mi convicción de el PRI es mucho más que las corruptelas de algunos de sus caciques regionales. Pero lo que es cierto es que hoy por hoy, votar por AMLO me genera dudas más incómodas que las que me causaría votar por Peña.
De cualquier forma, me parece tremendamente positivo que el electorado mexicano esté a) virando a la izquierda y b) manifestando y justificando sus preferencias. Bajo cualquiera de los escenarios que hoy parecen factibles, México cambiará el domingo, y cambiará para bien.
Department of Urban Studies and Planning, MIT