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Migración silenciosa al DF

EL UNIVERSAL

Nada más se abren las puertas del avión y te lloran los ojos. El tráfico es insoportable. La gente es grosera y gandalla. Hay secuestros, robos y asaltos. En todo el Centro Histórico te arrebatan la bolsa. En las calles se roban los automóviles estacionados.

Tiembla todo el tiempo y es el peor lugar para vivir en este país. Atrás quedaron todas esas frases que por años salieron de sus bocas. El Distrito Federal simplemente los sorprendió. Ni resultó tan malo y hoy es el único lugar del país donde no viven con psicosis.

Son los de Ciudad Juárez, los de Torreón, los de Tamaulipas, los de Veracruz, Monterrey, Sinaloa, San Luis Potosí y otras ciudades del norte que encontraron en la ciudad de México un sitio libre de narcoviolencia. Se trata de una migración silenciosa protagonizada por jóvenes de clase media que han trasladado sus negocios o estudios al Distrito Federal por miedo a morir por una bala perdida o por ser confundidos como parte del crimen organizado o simplemente porque a alguien se le dio la gana matarlos.

Se sabe que uno de cada cinco habitantes de la ciudad de México no nació aquí, pero de este tipo de migración no hay cifras. No son pocos y sólo basta con adentrarse a los centros de entretenimiento como bares, restaurantes, cines, plazas e incluso universidades para percatarse de su presencia. Acentos norteños que hacen eco cada vez más en colonias como Roma, Condesa, Cuauhtémoc, Centro y Polanco.

Roger, restaurantero, Marcelo, músico, Carlos y Daniela, estudiantes, pertenecen a una cifra que aún nadie ha contado porque se trata de un fenómeno relativamente reciente, son migrantes en su mayoría jóvenes que vienen huyendo de la violencia generada por el narcotráfico en sus lugares de origen. Estudiantes, músicos, cineastas, pequeños empresarios, jóvenes que apoyados por sus familias vienen al DF simplemente a refugiarse en un sitio, dicen, donde todavía es posible vivir sin psicosis, donde pueden caminar por las calles, salir de noche, ir a un estadio de futbol, asistir a una plaza comercial o a un concierto masivo sin miedo.

Tan sólo en el 2012, estadísticas de la Universidad Iberoamericana y del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) señalan que alumnos de los campus de Tijuana, Torreón, Tampico, Monterrey y Mazatlán han emigrado a los campus de las ciudades del centro del país. La Universidad Iberoamericana del DF recibió a 45 alumnos procedentes de Coahuila, Chihuahua, Baja California y Nuevo León.

En el Tec, la pérdida de estudiantes es una realidad, unos mil jóvenes han dejado los campus del norte del país por un lugar en Querétaro, Puebla y DF.

 RESTAURANTES DE TORREóN A LA ROMA Comenzaron con una cafetería hace ya más de 10 años en el centro de Torreón, Coahuila. Cuatro años después de la primera apertura lograron abrir 27 más por todo el país, menos en el Distrito Federal, en ese momento no lo consideraron como un sitio para hacer negocio. Sin embargo, para el 2007 Roger y Marcelo simplemente tuvieron que cerrar sus restaurantes.

"En ese año la vida nocturna de Torreón se vino abajo y la gota que derramó el vaso fue cuando desaparecieron al dueño y la esposa de nuestro bar vecino", dice Roger.

"Tuvimos muertes de personas muy cercanas, amigos, vecinos, ya en ningún sitio de Torreón había paz. La gente del DF no se imagina cómo vivíamos, allá es una psicosis colectiva. Salimos a la calle creyendo que en cualquier momento te pueden matar y así no se puede vivir", dice Marcelo.

Entre los dos hermanos han visto de cerca la migración de unos 500 laguneros. "Son de todo tipo; estudiantes, cineastas, empresarios, músicos, entre todos nos hemos ayudado, primero colocándonos en algún departamento y después ayudando con los trabajos", comenta Marcelo.

Roger cuenta que han traído Torreón al DF. Se siguen reuniendo para hacer carne a la parrilla, pero en espacios mucho más pequeños sin enormes jardines ni albercas. Tienen dos restaurantes en el DF, en el de la Roma el concepto es de vino tinto y el chef y los meseros también son del norte del país que llegaron a la ciudad por las mismas razones.

En la ciudad capital, dicen, han encontrado una forma de vida segura. Recuperaron su vida social. Marcelo, que además es músico, puede tocar en cualquier bar sin miedo de que lleguen a matar nadie, y Roger dice que con toda la confianza va a La Merced a comprar los insumos de su restaurante.

"Para el tamaño de la ciudad, no resultó ser tan insegura como se cree en provincia. Aquí nunca nos han asaltado y creo que lo más difícil ha sido acostumbrarnos al tráfico y a los temblores, nosotros sentimos uno de 5 grados y en menos de 10 segundos estamos en la calle; ustedes, los de acá, se lo toman con calma", dice.

"Aquí hasta se pueden mentar madres a los automovilistas sin miedo a que te disparen por pitar con el claxon; eso, en el norte, ahorita sería equivalente a poder vivir en paz".

Roger y Marcelo tienen la esperanza de regresar. Ven al DF como de paso. Sienten un compromiso con Torreón, dicen que ellos y todos sus amigos que hoy están refugiándose en la capital tienen el compromiso de volver a levantar Torreón y renacer esa ciudad pujante y creativa en los negocios que siempre ha sido.

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