En el contexto de la migración internacional, México se define como un país de origen, tránsito y destino de importantes flujos migratorios en sus fronteras norte y sur, provenientes de Centro y Sudamérica, Asia y más recientemente, de Europa del Este. Es también el escenario de movimientos migratorios internos entre las entidades de menor desarrollo a las de mayor crecimiento económico, tanto hacia zonas rurales como urbanas.
Como señala Juan Bello Domínguez: "estudiar la migración femenina es incorporar la perspectiva de género en el análisis del fenómeno de la migración y de las formas y características de la participación de las mujeres y sus efectos a nivel individual, familiar y comunitario, es revisar la práctica ciudadana de éstas en torno al desarrollo y la migración.
Es reflexionar sobre su participación en las esferas económica, política, social y cultural, y con ello, gestar y construir una política de la diversidad en la que se reconozca la importancia de la participación de las mujeres en los procesos migratorios y su diferencia cultural, las demandas que genera y el pluralismo".
Como muestra de la movilidad migratoria, la última Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica arroja el dato de que de mayo de 2004 a mayo de 2009, fueron 359 mil 534 mujeres mexicanas las que emigraron a los Estados Unidos de América, frente a 1 millón 165 mil 732 hombres.
Tradicionalmente, el estereotipo del migrante era el hombre solo o el hombre con su familia. Así, se creía que las mujeres migraban por las mismas razones económicas, sociales o religiosas del hombre de quien dependen, ya sea esposo, padre, hermano o incluso hijo. Es por esto que la mujer era considerada solo como un acompañante del hombre migrante.
Sin embargo, en la actualidad cada vez más mujeres emigran de forma independiente y numerosos estudios muestran los factores de la migración de las mujeres suelen ser diversas y toman en cuenta factores no sólo económicos, lo que hace necesario un replanteamiento de las teorías clásicas en donde predomina un enfoque económico.
Una de las primeras consecuencias de la mirada de género sobre los desplazamientos migratorios femeninos fue el pleno reconocimiento de las migrantes como trabajadoras, como personas que se desplazan movidas por una determinación laboral, y no simples acompañantes o migrantes "asociacionales".
En este sentido podemos entender que la migración tiene impactos sobre las relaciones de género, haciendo más grande la brecha de desigualdad y afianzando los roles tradicionales, o bien, desafiando y transformando éstos.
Sin embargo, la información con que se cuenta es todavía muy limitada, quedando aún sin documentar la magnitud de su participación y el tipo de migración y de actividad económica en la que se incorporan, como sucede, en general, con los migrantes internos, incluidos las y los trabajadores agrícolas.
Por ello, el Instituto de la Mujer Duranguense invita a que contribuyan a la eliminación de prácticas discriminatorias en cuatro ejes: 1) Mujeres migrantes mexicanas en Estados Unidos; 2) Mujeres migrantes mexicanas en el interior de la República y en zonas fronterizas; 3) Mujeres migrantes extranjeras en México y 4) Mujeres que viven en zonas de alta movilidad migratoria nacional e internacional.
También hago una mención especial a Luis Ángel Galván, director de Enlace Magazine, Conexión Entre Culturas, en la cual se ha abordado constantemente la migración y la pobreza desde diversas perspectivas.
Además de hacer investigaciones y foros de expresión como "Efectos y realidades de la migración", en el que tuve la oportunidad de participar sobre el tema del desplazamiento interno, además de escuchar diversas historias que conmueven y dan pauta para seguir defendiendo los derechos humanos de las mujeres y hombres inmigrantes.