EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Mil novecientos veintidós

ADELA CELORIO

Sacudiéndose todavía las cenizas de la Primera Guerra Mundial, París celebraba la vida bailando al ritmo que imponía Cole Porter. Europa se curaba las heridas con poesía, con música y literatura. Con dinero o sin él Francia era el sitio obligado para cualquiera que aspirara a la ciencia, a la moda, a la creación. Después de recuperar el tiempo perdido, en 1922 Prust que era bastante edípico, pronunció la palabra madre, y murió. Ese mismo año, con la ayuda de Ezra Pound, y la visionaria mujer que fundó la legendaria librería francesa Shakespeare and Co., que hasta la fecha existe en París, James Joyce pudo al fin publicar su recalcitrante y escabroso "Ulises" mientras Carlos Gardel cantaba tangos ¿en Argentina? No, en París.

En 1922 los Estados Unidos disfrutaban de un gran auge económico, Walt Disney asomaba la nariz en el cine, los electrodomésticos hacían la felicidad de las amas de casa, los autos la de los señores, y todos se hacían adictos a la Caca Cola. Pero lo fabuloso de los años veinte sucedía muy lejos y por entonces viajar era privilegio de muy pocos.

Acá en México por el contrario, la vida era muy difícil. A duras penas dejábamos atrás la Revolución. Después de un largo período de enajenación y penuria, nuestro territorio estaba devastado, la economía tambaleante y la mayoría de la población era analfabeta. (Según estadísticas oficiales, sólo el 4.93 por ciento de los mexicanos estaba escolarizado). Casi todo aquello que atañía a la educación y cultura era terreno inexplorado. En aquel México pobre y analfabeto, resulta difícil entender las razones por las que alguien quisiera arriesgarse a hacer un periódico. "Y sólo tendremos patria y noble imperio sobre una hermosa zona del mundo, así que en nuestras almas, el águila destroce a la serpiente", advirtió por entonces Vasconcelos. Imagino que se refería a la serpiente de la ignorancia que aún ahora en este 2012, el águila orgullosa no ha podido vencer.

En esas condiciones duras como la piedra roca de la que están hechos los hombres de La Laguna; con escasas fuentes de información y algunas personas que "sabían algo" -poco seguramente- vio la luz por primera vez un periódico nacido con la inquebrantable vocación de "Defensor de la Comunidad" que ha mantenido a través de sus noventa años de vida.

Imaginar, reunir los medios y aterrizar el nacimiento de un periódico, aún con las poderosas rotativas y la avanzadísima tecnología con que contamos hoy; sigue siendo un prodigio realizado sólo mediante la casi imposible combinación de hombres de mucha fe, voluntad, talento y el apoyo de grandes capitales. Imaginemos pues el acopio de fe y valor que se requirió para que con imprentas elementales trabajadas por linotipistas (esos humildes artesanos que con gran concentración armaban letra a letra el periódico) precarias comunicaciones; carreteras casi inexistentes y el telégrafo (cuando éste funcionaba bien) como el más eficiente proveedor de noticias; el veintiocho de febrero de 1922 Don Joaquín Moreno y Don Antonio de Juanbelz dieran a la luz el primer tiraje de El Siglo.

Otro milagro es que transcurridos noventa años y sobreviviendo a sus fundadores, el periódico siga caminando erguido, ágil y con la flexibilidad imprescindible para mantenerse actual y seguir siendo la ventana abierta por donde se miran transcurrir los acontecimientos del mundo y los sentimientos de la sociedad lagunera. Espacio para la libertad de pensamiento y palabra que ha permitido señalar los aciertos y desaciertos de diecinueve presidentes de la república, la mala costumbre de las crisis y la rapacidad casi genética de nuestros funcionarios públicos. Palabras negras, subrayadas para denunciar el dolor, la injusticia, la impunidad y la amenazante delincuencia organizada que entre tantos otros delitos, el 11 de noviembre del año pasado baleó las instalaciones de El Siglo.

Palabras amarillas para iluminar las buenas noticias; que también las hay, como el proyecto de promover la interacción social y la cultura con la "Plaza El Siglo de Torreón" con la que el periódico nuestro de cada día celebra su noventa aniversario. Larga vida para nuestro Siglo.

Y como hablar de años siempre me produce una cierta desolación; se me viene a la cabeza un poema de José Emilio Pacheco, del todo inoportuno para el ambiente festivo del aniversario que estamos celebrando, pero pues ni modo, mi corazón funciona como un péndulo.

A los veinte años me dijeron/ Hay que sacrificarse por el Mañana/ Y ofrendamos la vida en el altar/ del Dios que nunca llega/ Me gustaría encontrarme ya al final/ Con los viejos maestros de aquel tiempo/ Tendrían que decirme si de verdad/ Todo este horror de ahora/ era el mañana.

Adelace2@prodigy.net.mx

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 714754

elsiglo.mx