-¡Qué viene el lobo!
Así gritaba aquel pastor. Los otros corrían a defender sus rebaños, pero el lobo no llegaba. Su compañero los había engañado.
Así sucedió una y otra vez. Los pastores, hartos de aquella burla, arrojaron de entre ellos al mentiroso.
El desterrado vagó por las quebradas de los montes, y fue a dar al lugar donde vivían los lobos. Éstos, más compasivos que los pastores, lo acogieron.
Pasaron varios días. Y una mañana, cuando los lobos estaban dormitando, tranquilos, gritó el recién llegado:
-¡Que vienen los pastores!
¡Hasta mañana!...