Cuando llega el invierno todas las flores huyen, menos los geranios.
Sopla un gélido viento; hace un frío de lobos; a veces cae la nieve. Y los geranios de la ventana siguen pareciendo muchachas campesinas que se han arrebolado los cachetes con papel de china rojo y esperan a que llegue su galán.
Yo amo a estas flores humildes porque las amó mi abuela. Llevo clavado en mí su aroma a clavo. Un día amanecen abatidas por el cierzo, pero cuando sale el sol ellas vuelven a salir también, triunfantes como la vida.
Geranios.
Ni ellos ni yo le tememos al invierno.
¡Hasta mañana!...