En estas mañanas del invierno la cumbre de la alta sierra llamada El Coahuilón amanece con un velo de blancura.
-Parece una mortaja -comenta, triste, doña Rosa.
Yo no lo veo así. Al paso de los días el sol tomará en sus manos ese hielo y lo hará agua que nutrirá los senos de la tierra y subirá a la luz de nuevo convertida en ave o flor.
En el más frío de los fríos late el calor de una promesa. Una vaga intuición me dice que todas las cosas de este mundo están ordenadas hacia el bien. Es difícil ver eso en medio de la maldad que nos rodea, pero la naturaleza nos ofrece la silenciosa lección de un sabio ordenamiento. Si es sabio tiene entonces la suprema sabiduría del amor. Y todo amor conduce al bien. Hacia ese bien absoluto vamos todos, lo mismo la flor y el ave que tú y yo.
¡Hasta mañana!...