El padre Soárez charlaba con el Cristo de su iglesia. Le preguntó:
-Señor: ¿cómo te gusta que hablen los predicadores?
El Cristo respondió:
-Me gusta que hablen conmigo, es decir, que oren. Me gusta que hablen de mí, es decir, de mi doctrina y enseñanzas. Me gusta que hablen para mí, es decir, en mi alabanza. Me gusta que hablen en mí, es decir, poseídos por mi espíritu.
Y concluyó:
-Lo que no me gusta es que hablen por mí.
El padre Soárez entendió lo que decía Jesús, y en adelante procuró no arrogarse la representación del Salvador. Eso, pensó, es tomar el nombre de Dios en vano.
¡Hasta mañana!...