Cuando Petrarca estuvo en Francia hizo una solitaria ascensión al Mont Ventoux.
Llevaba consigo un ejemplar de las "Confesiones'' de San Agustín. Quiso hacer una prueba por ver si el libro le decía algo que superara la visión del paisaje inmarcesible que desde la cima del monte se mostraba. Abrió al azar la obra del filósofo y leyó el primer párrafo que apareció a sus ojos. El párrafo decía así:
"... Los hombres admiran las alturas de las montañas, las grandes olas del mar y el curso de los astros, pero no se observan a sí mismos...''.
Petrarca creyó escuchar al santo, que lo llamaba a hacer un examen de conciencia. Yo creo oír al poeta diciéndonos que más grande que las montañas, más majestuoso que el océano, más alto que la más alta estrella de los cielos es el espíritu del hombre. La criatura humana es el mayor prodigio entre todos los que conoce el universo. En los hombres, en cada hombre, hemos de respetar esa suprema maravilla.
¡Hasta mañana!...