¿Recuerdas, Terry, amado perro mío, cuando te perdiste?
Alguien -no sé quién- dejó abierta la puerta de la casa, y tú percibiste ciertos efluvios -sí sé cuáles- que te hicieron salir y buscar el origen de esos misteriosos aromas, los de la vida.
No supiste después -eras muy joven- hallar el camino de regreso a casa. Cuando uno se hace viejo siempre encuentra el camino de regreso a casa. Salí a buscarte. Al verme fuiste hacia mí con actitud de orgulloso Don Juan que ha hecho su primera conquista.
Ahora soy un poco menos ignorante que en aquellos tiempos, y advierto que escribí mal la frase con que empecé este escrito. Puse: "¿Recuerdas, Terry, cuando te perdiste?". Debí poner: "¿Recuerdas, Terry, cuando te encontraste?".
¡Hasta mañana!...