Sé que estás en el Cielo, Terry, perro mío, pues todos los seres mansos y humildes como tú están ahí. (Si ha habido un gato humilde y manso seguramente también está el Cielo, a pesar de lo que pensemos tú y yo).
Escucha, Terry: si alguna vez te topas en la morada celestial con San Francisco de Asís dile que lo mando saludar, y recomiéndame con él. Lo considero santo por partida doble, pues a más de ser santo fue poeta, y la poesía es una de las más santas formas de la santidad.
Hazle saber a Panchito que en la puerta de mi casa tengo ahora su franciscana bendición: "El Señor te bendiga y te guarde, te muestre su faz y tenga de ti misericordia, vuelva hacia ti su mirada y te dé paz".
Paz. En tal forma la hemos perdido, Terry, que he llegado a pensar que sólo por un milagro la recobraremos.
¡Hasta mañana!...
