Leo. ¿Qué leo? Nada importa. A fin de cuentas todos los cuentos son un solo cuento. Leo...
Un moscón vuela y revuela por el cuarto. Choca con el espejo, torna y pega contra el cristal de la ventana. Ahí se para, supongo que poseído por una gran duda universal. Mira la luz del día, la flor, la hierba verde, el alto cielo, y no puede llegar a lo que mira porque algo que no conoce se lo impide. Me pregunto si así estaré yo, como la mosca, confundido frente a esa luz que miro siempre frente a mí y a la que no puedo llegar.
Me ha fatigado el bordoneo del moscón. Tomo un periódico para acabar con él. ¡Qué útiles son a veces los periódicos! La mosca se ha posado en el vidrio. Llego despacio y levanto el instrumento letal. Pero en eso veo un arcoíris diminuto las alas del insecto. ¿Cómo voy a matar un arcoíris?
Dejo la muerte -dejo la vida- y vuelvo a mis lecturas. ¿Qué leo? Nada importa. A fin de cuentas todos los cuentos son un solo cuento.
¡Hasta mañana!...