El maestro Silvino Jaramillo fue hombre de letras y de música. Compuso villancicos imperecederos que cada Navidad vuelven a oírse. Escritor fino, periodista destacado, su columna "Vuelta a la manzana, en "El Porvenir" de Monterrey, era siempre lectura deleitosa.
La vida me dio el regalo de su amistad. Muchas veces, tras una copa de tequila -o dos, o tres-, disfruté el magisterio de su charla. Fui a Valle de Bravo porque él me habló de ese lugar mágico, y él fue al Potrero de Ábrego porque yo le hablé de ese mágico lugar. Con otros amigos buenos -el maestro Félix Carrasco; el maestro José Hernández Gama, su queridísimo compadre- hablamos de mesas, de misas y de musas...
Ahora que se ha ido lo siento más presente que cuando estaba aquí. Me tomaré un tequila a su memoria -eso le habría gustado-, y le daré un abrazo a su recuerdo al escuchar las notas de su Huapango al Niño Dios.
¡Hasta mañana!...