Llegó y me dijo llanamente:
-Soy el número uno.
Yo lo felicité. Le dije:
-Ha de ser agradable ser el número uno.
Me respondió:
-Depende en qué.
Le pregunté qué clase de número uno era él. Me contestó:
-Soy el que viene antes del dos y de todos los demás números. Pero sin ellos no soy nada. El número uno es inservible sin los otros números, aunque sea el número uno.
Lo felicité otra vez, ahora con efusión mayor.
-Merece usted ser el número uno.
-Gracias -dijo con humildad-. Así es uno.
¡Hasta mañana!...