Casi nadie lo sabe, pero en un principio los caballos tenían alas.
No así las yeguas.
Quiero decir que había pegasos, pero no pegasas, si cabe la palabra. Los caballos podían volar; las yeguas no.
Pasó el tiempo; pasó mucho tiempo, y un día el Señor bajó a ver cómo iba su creación. Se dio cuenta con sorpresa de que los caballos ya no tenían alas. Sucedió que a lo largo de los milenos las perdieron, pues habían dejado de volar, y ya se sabe que órgano que no se usa se atrofia.
Llamó el Augusto a los caballos, y les preguntó por qué habían dejado de volar.
-Señor -respondieron los caballos-. Es que nuestras hembras no volaban. Y es mejor estar en la tierra con ellas que en el cielo sin ellas.
¡Hasta mañana!...