Los ministros del rey Cleto le dijeron que el pueblo tenía hambre.
De inmediato el rey hizo promulgar un edicto en el cual ordenaba que el pueblo ya no tuviera hambre.
Desde luego aquel edicto real cayó en el vacío: el pueblo siguió teniendo hambre.
-Eso les pasa -dijo el soberano- por no cumplir la ley.
Emitió el rey Cleto un segundo edicto para declarar al pueblo fuera de la ley.
Al pueblo aquello no le preocupó mucho: fuera o dentro de la ley seguía teniendo hambre.
Y dijo el rey Cleto con disgusto:
-A éstos no hay quién los entienda.
¡Hasta mañana!...