Nunca, lo sé, estaré a la altura de mis lectores. Recibí una gran caja con esta carta fechada en Xalapa, Veracruz, el día último del mes de mayo que pasó:
"Don Armando: Cuando leí hace poco que estaba usted a la búsqueda de una videograbadora en formato Beta, supe que al fin me llegaba la oportunidad de retribuir, siquiera en forma mínima, los apreciadísimos ratos de emoción, reflexión y diversión (no siempre en ese orden) que me da la lectura cotidiana de sus columnas. Muchas, muchas gracias. Al enviarle este aparato que jubilé hace ya casi dos décadas, por favor, siéntase con la total libertad de disponer de esa antigualla a su entera conveniencia. Permítame decirle, por último, que celebro la fortuna de haber coincidido con usted en este planeta". Y firma don Rafael Méndez A.
Don Rafael: le agradezco infinitamente su precioso envío. Gracias a su generosidad podré gozar películas muy queridas para mí que ya no podía ver. Gracias también por sus palabras: vale la pena ser escritor cuando se tiene un lector como usted.
¡Hasta mañana!...
