Ciruelas sobre la mesa.
Son de un rojo profundo, casi negro. Parecen labios de cortesana.
Y sin embargo estas ciruelas tiene piadoso nombre: se llaman Santa Rosa. ¿Quién las bautizó así, como a la hermosa doncella que perfumó Lima con su santidad? Estas ciruelas aroman los aposentos de la casa, y nos ofrecen, voluptuosas, su dulzor.
Nombre de santa tienen estas purpúreas maravillas, e insinúan tentaciones de pecado. Pongo una ciruela en la palma de mi mano y la contemplo. El cielo y la tierra están en ella. Me parece estar mirando a una mujer.
¡Hasta mañana!...