La ventana de la casa mira hacia el lado por donde sale el Sol.
En el Potrero el Sol no es ese que otras partes se llama "el astro rey". Aquí es el sol que trabaja, igual que el agua y que la tierra, para dar su alimento a las creaturas. El sol está en el grano de trigo; en la espiga de maíz; en la manzana, el durazno y el ciruelo; en la hierba que pacen las ovejas; en el pienso del buey y del caballo...
Yo recibo a ese Sol -a ese sol- por la mañana. Descorro las cortinas y entra en mi cuarto como un amable perro, como un ave de luz, como una gran flor amarilla. Ahí se queda, recostado en la alfombra, hasta la tarde, cuando se marcha lentamente. Me deja como recuerdo un vago fulgor que se diluye en el espejo y en los cristales del postigo.
Regresará mañana. No sé si estaré yo. Pero él regresará. Siempre regresará, aunque yo ya no esté.
¡Hasta mañana!...