Cayó un rayo en el Potrero, y mató al único burro que tenía don Layo.
-Hace unos años falleció mi vieja -dice él acongojado, y todos me dieron el pésame. Ahora que se murió mi burro nadie se acuerda de venir a consolarme. Y eso que el pobre animalito me quería más.
Con don Layo nunca se sabe si está hablando en serio o en broma. Dudo entre reír o poner cara de circunstancias. Le digo entonces, vacilante:
-Reciba usted mi más sentido pésame.
Pregunta él entrecerrando los ojillos:
-¿Por la vieja o por el burro?
Respondo a la segura:
-Por los dos.
Y él dice suavizando el gesto:
-Gracias. Gracias.
¡Hasta mañana!...