En la familia recordamos a la tía Lola, que vivía en el rancho con sus padres. Llegó a la madura edad de 18 años sin encontrar marido. Sus amigas -casadas todas- la compadecían; su madre se angustiaba; se preocupaba su papá; sus hermanos la veían ceñudos, y todos en la comarca se reían de ella a sus espaldas.
Casó por fin la tía Lola, y se vino a vivir a la ciudad. La semana pasada una de sus nietas les dio a sus papás la noticia de que se va a casar.
-¿Qué prisa tienes? -le preguntaron ellos.
Y la muchacha tiene 28 años.
Cambian los tiempos, en efecto; las circunstancias cambian. Antes había "solteronas'', ya no las hay. La mujer puede realizar su vida sin la forzada obligación de tener a un hombre junto a ella.
Ahora ya no hay más solterona que aquélla que por su gusto quiere sentirse así.
¡Hasta mañana!...