A la frontera norte va el viajero en su automóvil.
Mira una nube negra frente a él, como amenaza. Ominosos fulgores brotan de la nube, que desciende pesadamente hasta hacerse una sola cosa con las cosas.
Entra en la nube el coche del viajero. La tormenta danza sobre el capacete una sonora zarabanda con zapateo de granizo. Desaparece la línea del camino. Sopla un viento demencial que tuerce las ramas de los árboles. El viajero piensa, acongojado, que no debió haber salido de su casa.
Repentinamente se va la nube hacia otras tierras. Corre por el camino el agua en ríos cristalinos. Muge una vaca en busca de su recental, y el cielo vuelve a ser inmensamente azul. Un arcoíris pone su triunfal corchea en esa espléndida sinfonía pastoral.
Ahora el viajero celebra haber salido al camino. En él encuentra cosas que no caminan, y quedan para siempre.
¡Hasta mañana!...
