En realidad las cosas sucedieron de otro modo.
Eva convenció al Señor de que le ordenara a la serpiente que le ofreciera la manzana a fin de que ella pudiera ofrecérsela a Adán y luego culparan a la serpiente de lo que había sucedido.
Después de que pasó lo que pasó todos quedaron llenos de confusión: el Señor, Adán y la serpiente.
Todos, menos Eva.
Eva sonreía...
Sigue la confusión.
Y sobre la confusión sigue la sonrisa de Eva, eterna como ella, por encima de Adán, de la serpiente y del Señor.
¡Hasta mañana!...