Era alta y era hermosa. Llevaba una luz interior que brillaba de pronto en su sonrisa, y siempre en su mirada. Tenía un bello nombre: se llamaba Cintra.
Cintra Viveros. De joven --siempre fue joven-- hizo teatro. Fue entonces cuando la conocí, en el paraninfo del Ateneo Fuente. Su voz y su presencia llenaban el espléndido recinto.
Se ha ido ahora. Inesperadamente se marchó, y antes de tiempo, cuando aún podía dar mucho de sí, más de lo que dio. Llegue mi abrazo a Aquavi, su hija, a Víctor y Carmen, sus hermanos, que vivieron su vida tan de cerca. Nosotros, los que con ella pasamos de la vida del teatro al teatro de la vida, la hemos de recordar tal como fue, alta y hermosa, y con su bello nombre: Cintra.
¡Hasta mañana!...