Te voy a decir las frutas -los frutos- que recogimos y que comí, goloso, ahora que estuve en el Potrero:
Manzanas, perones, higos, uvas, ciruelas, duraznos, chabacanos, peras, granadas, tunas, nueces y membrillos.
¡Qué generosa nuestra tierra, de la que tantos dones recibimos! Es muy agradecida: basta que le pongamos un poco de agua y algo de trabajo -bendición de Dios aquélla, esfuerzo nuestro el otro- para que nos entregue sus regalos y nos colme de maravillosos sabores y colores.
¿Por qué nosotros, que somos tierra también, no somos tan agradecidos como ella? Tomo en mis manos un poco de tierra de la huerta y la beso como a algo sagrado. Me esforcé un día por ella. Ahora vivo de ella. Después viviré en ella. Es la vida. Por ella -y por el sol y el agua- todo es vida.
¡Hasta mañana!...